Camelia
Miro mi vientre en el espejo de cuerpo entero, acaricio el bulto con mis manos. Luego enderezo mi espalda y el bulto desaparece, sólo era fruto del arqueo de mi columna.
—¿Crees que ha crecido?— le pregunto a mi esposo.
—No.
Emito un gruñido como protesta.
—Ángel, sólo ha pasado un día desde que nos enteramos, no te va a crecer el vientre en unas horas.
Miro a mi esposo a los ojos, nunca vi unos con tanto amor y paciencia. Marcelo está teniendo mucha paciencia conmigo, anoche me dio una crisis, como él esperaba que sucediera. Sentí un miedo repentino a que nadie quisiera a mi bebé. Mis padres entraron en nuestra habitación para asegurarme que amarían a mi bebé tanto como nos aman a mí y a mi esposo. Abrazo la cintura de Marcelo con mis brazos.
—Ve a la ducha— su voz sale ronca— Estoy al límite Camelia, te juro que me duele la polla.
Me rio suavemente, anoche no pudimos hacer nada porque me quedé dormida en cuanto me metí en la cama.
—¿Por qué no me subes a la cama?— le pregunto.
—¿Estás segura?
Asiento con la cabeza, trazo con mis dedos las cicatrices de su pecho.
—Quiero que me folles antes de ir a la ducha.
Aprieta mi culo con fuerza, luego me levanta del suelo. Rodeo su cintura con mis piernas.
—Estas mojada, ángel, lo siento en mi abdomen.
Beso su cuello, por detrás de su oreja y le muerdo el lóbulo.
—Estoy muy mojada, meu rei. Tienes que metérmela, por favor.
Me deja con sumo cuidado sobre el colchón, su boca recorre cada centímetro de mi cuerpo, pellizca mis pezones con sus dedos, haciéndome gemir. Desciende por mi cuerpo con su boca, la molestia crece dentro de mí cuando se salta mi vientre.
—No hagas eso— protesto molesta.
Marcelo levanta la cabeza. Me retiro de debajo de él y me siento sobre la cama.
—¿Qué he hecho?— me pregunta.
—No me has besado el vientre, siempre lo hacías.
—Ángel...
—¡No!— grito enfadada— Si no lo quieres dímelo, puedo criar a mi hijo sola.
Marcelo se abalanza sobre mí, sujeta mis manos a los lados de mi cabeza.
—¡Suéltame cabrón!— gruño.
—En tu puta vida vuelvas a decir que no quiero a mi hijo. ¡Es mío!— ruge.
Su polla entra en mi interior, abriéndose paso hasta lo más profundo de mí. Me folla enfadado, tengo noticias para él, yo también estoy enfadada. Intento zafarme de su agarre sin mucho éxito, se me escapa un gemido.
—Ese niño es mío— me dice con su cara pegada a la mía— Tú eres mía, Camelia.
—¿Y por qué no besas el hogar de mi bebé?
—¡Porque no quiero hacerte sentir incómoda!
Marcelo ataca mi boca con la suya, sus embestidas se vuelven más duras. Lo siento engrosarse en mi interior, me hace explotar tan fuerte que se me escapa un grito que su boca ahoga. Mi esposo gruñe con sus labios pegados a los míos. Pega su frente en la mía.
ESTÁS LEYENDO
LA NIÑA #3.1 [Disponible en físico]
Romance©️Historia registrada en el Registro de la Propiedad Intelectual de España. Cualquier tipo de plagio será denunciado ante la ley. El registro protege la historia de forma internacional. ------------------------------- Todos los derechos reservados...