Camelia
Abro los ojos, hay mucha luz en esta habitación. Refriego mi cara por su pecho desnudo, siento su calor atravesar mi piel y me encuentro que estoy demasiado a gusto, a salvo. Sus enormes brazos me están rodeando, manteniéndome a salvo del peligro. Le doy un beso en un pectoral, luego en el otro, su dureza se clava en mi entrepierna, me duele, físicamente me duele. Mi cuerpo lo desea y mi mente no parece estar en contra, pero no puedo hacer nada ahora mismo. Quiero besarlo en los labios, pero también me duelen, me arañé en un ataque de pánico. Tampoco creo que pueda besarlo como antes, no sé por qué mi mente lucha contra eso. No entiendo nada. Siento que hay algo bloqueado dentro de mí y que eso es lo que me impide besarlo como deseo hacerlo. Lo intento, de verdad que lo intento, pero no puedo. Ayer sólo le di un beso muy corto y me sentí bien, sin embargo, mi mente estaba ardiendo.
Tengo que hablar con Adriana, quizás ella pueda ayudarme a averiguar qué pasó para que no pueda besar a Marcelo.
Me levanto con cuidado de la cama, no quiero despertarlo aún, es muy temprano para él y estoy segura de que ha estado media noche despierto vigilándome. Me siento tan culpable, él no debería estar pasando por esto, yo tampoco. Pero voy a atrapar a Niccòlo, lo haré pedazos, va a desear no haber nacido cuando use los químicos en su cuerpo, anoche terminé de preparar las balas del arma que me dio Marcelo, van a sufrir tanto con esas balas. En cuanto a Corina, la quiero muerta, ella tiene mucha culpa en mi sufrimiento, quería a Niccòlo para ella, sólo tenía que decírmelo, se lo habría dado hasta con envoltorio. No era necesario organizar su boda el mismo día que la mía y llamar a la prensa para que yo me enterase y me hiciera daño. Y el viejo, ese es el peor, estoy segura de que tiene mucho que ver en todo lo que Niccòlo me ha hecho, él es un estúpido que no tiene personalidad propia. Joder, ¿cómo pude enamorarme de alguien así?
El agua caliente de la ducha cae por mi cuerpo, necesito ducharme y comenzar a prepararme para mi boda.
Una sonrisa se dibuja en mi cara, esta vez no es una boda por todo lo alto, pero es perfecta. Sólo van a estar las personas que me interesan y el ruso, por supuesto, se autoinvitó él solo, aunque no me importa, ha hecho mucho por mí y por Marcelo, mi esposo, joder, va a ser mi esposo.
Se me escapa un gritito de felicidad, a pesar de todo lo que me ha pasado estas últimas 48h, estoy feliz, me voy a casar con el hombre que amo y voy a ser su esposa para siempre. Ya quiero buscar bebés con él, en cuanto mi vagina sane quiero quitarme el DIU e intentarlo. Esta vez nadie, ni siquiera Niccòlo va a hundirme, tuve un momento de vulnerabilidad, pensé que mi vida estaba acabada, pero algo surgió dentro de mí que me hizo cambiar todo. Creo que fue ver a Marcelo, sí, fue cuando lo vi a él que supe que no podía dejar que Niccòlo nos destruyera la vida. Verlo me hizo entender que no estaba sola, esta vez no, él siempre está ahí para mí y quiero estar para él.
Me sobresalto cuando giro la cabeza para salir de la ducha, Marcelo se ríe suavemente.
—¡Gilipollas no tiene gracia!— le chillo riéndome.
—No pretendía asustarte, ángel, parecías tan concentrada que no quise interrumpir.
—Estaba pensando.
Agarro la toalla que me ofrece y envuelvo mi cuerpo con ella mientras salgo de la ducha.
—¿Puedo saber en qué?— me pregunta.
—En nosotros, quiero que intentemos tener un bebé cuando haya sanado físicamente.
—Ángel, no hay prisa, tienes que sanar mentalmente.
—Te prometo que estoy bien con eso, excepto con los besos, quiero averiguar qué me pasó, es obvio que mi cerebro me está ocultando algún tipo de información, quizás Adriana me aclare las cosas.
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LA NIÑA #3.1 [Disponible en físico]
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