QUINCE

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Marcelo

Está feliz. Camelia ha vuelto a ser la misma que hace siete años, sonríe y canturrea por cada rincón del apartamento. El brillo ha vuelto a sus ojos y me encanta verla así.

Mi corazón dio un vuelco cuando me dijo que me amaba hace una semana. Me di cuenta de que me había enamorado de ella hace semanas, cuando cerraba los ojos nos veía a los dos envejeciendo juntos, rodeados de hijos y de nietos. Una pequeña niña con sus ojos y mi color de piel, una combinación perfecta de ambos. La quiero con locura. Y ahora que no la tengo que compartir con nadie estoy más feliz. Es toda mía, su cuerpo es mío para disfrutarlo únicamente yo. Nuestro sexo ha mejorado, Camelia folla como una maldita diosa, se sube encima de mí y mueve sus caderas hasta que me exprime hasta la última gota de semen. Me encanta follarla salvajemente, ponerla bocabajo contra el colchón y montarla desde atrás y a ella le encanta cuando lo hago. Somos unos putos conejos, no podemos dejar de tocarnos. Va a ser difícil ahora que vamos a tener visita. Edoardo se encontraba mal y quería ver a su hija, a Bastian no se le ocurrió otra idea que traer a toda la familia a Montreal. Espero que eso no levante sospechas, obviamente, ha sido muy cuidadoso. El vuelo es privado, hay guardias de seguridad por todos lados y sabemos que Niccòlo está en Italia desde hace diez días. No sabemos qué está haciendo allí, nada bueno seguro.

Tomo la mano de Camelia y entrelazo nuestros dedos, nuestro último contacto antes de que nuestra familia esté aquí, por lo menos en público. Queremos contarlo, pero no ahora. Mi ángel necesita a su familia en este momento y contar lo nuestro empañará todo.

Ella se pone de puntillas y me da un beso en la mejilla. Misha se acerca a nosotros para avisarnos de que el avión acaba de aterrizar. Le doy un apretón en la mano a Camelia antes de soltarla.

Las puertas que dan a los pasillos de la pista de aterrizaje se abren, una pequeña figura sale corriendo mientras grita emocionado.

—¡Tita!

—¡Monito!

Camelia se arrodilla en el suelo con los brazos extendidos para recibir a Jeren, él da un pequeño salto hacia ella, que lo atrapa fácilmente en sus brazos.

—Has crecido mucho, monito.

Noto la tristeza en su voz, no le gusta estar lejos de sus sobrinos.

—Ya he empezado el cole— le dice él— Tengo muchos amigos, tita.

Camelia lo separa de su cuerpo.

—Claro que tienes muchos amigos, porque eres el niño más bueno del mundo— le responde ella.

Jeren sonríe.

—¡Jeren!

La voz de Bastian es firme, Jeren se esconde detrás de Camelia. Me acerco a ellos y lo tomo en mis brazos, rodea mi cuello con sus brazos y apoya la cabeza en mi hombro. Seis años, pero sigue siendo un bebé travieso, el mismo bebé travieso que conocí hace tres años.

—¿Ha salido corriendo?— le pregunto a mi amigo.

—Ha corrido por las escaleras del avión y ha traspasado a los rusos, joder. Está aprendiendo a escabullirse demasiado deprisa.

Mi pecho vibra por la risa.

Camelia lleva un rato mirando a Bastian, le hago un gesto a él para que se fije en ella, pero su sonrisa me dice que ya lo había hecho. Saca algo del bolsillo delantero de su pantalón.

—He encontrado esta cosa— dice— Quizás alguien de por aquí sepa qué es.

Camelia chilla emocionada y le quita la memoria usb rosa fucsia de un tirón. Bastian rodea su cintura con un brazo y la levanta del suelo.

LA NIÑA #3.1 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora