VEINTIUNO

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Marcelo

Cuatro semanas de embarazo. Mi esposa está embarazada de cuatro semanas, está profundamente dormida en mis brazos mientras volamos a Brasil, volvemos a casa. La doctora le ha mandado reposo, no porque haya algún problema con el embarazo, sino porque ella lo necesita. Está agotada emocionalmente, la noticia del embarazo la ha rematado.

Le doy un beso en la frente, tiene sus piernas estiradas sobre el regazo de su madre, el resto de su cuerpo está en el mío, mis brazos la rodean, protegiéndola de todo mal. Estaré a su lado en todo este proceso, ella y nuestro bebé son mi única prioridad en este momento, ya le he comunicado a Bastian que me voy a tomar un descanso de mucho tiempo, Fabiano se ha ofrecido a ayudarlo con mis obligaciones hasta que yo vuelva, tengo dinero suficiente para comprar una casa para mi esposa y para mí y vivir cómodamente. No va a echar en falta nada, ella y nuestro hijo tendrán todo lo necesario hasta que vuelva a mi trabajo. Mis padres me dejaron una herencia bastante grande y con la venta de su empresa a los Da Silva gané más. Además de todo lo ahorrado con mi trabajo.

Pongo mi mano sobre su vientre, la mano de Camelia se mueve inconscientemente hacia la mía, su cuerpo protege a nuestro hijo, incluso cuando duerme.

—¿Vas a hacerte cargo de ese niño?

Levanto la vista hacia Edoardo, me he dado cuenta de que está bastante afectado por la noticia del embarazo de Camelia.

—Claro que sí, es mi hijo.

—Eso no lo sabes, podría ser del italiano.

—El bebé está dentro de Camelia y ella es mi esposa, el bebé es mío.

Niega con la cabeza.

—Edoardo— advierte Isarema.

Lo apunto con mi dedo índice.

—Camelia no es como tú, no te hiciste cargo del hijo que te obligaron a engendrar y nadie te ha juzgado por ello, así que no hagas lo mismo con tu hija o conmigo, Edoardo.

—Puedo opinar...

—No— lo interrumpo— Es nuestra vida y nuestro matrimonio, tus opiniones no tienen cabida aquí. Mucho menos cuando sé que esas opiniones van a hacer daño a mi esposa. Te lo advierto Edoardo, estoy dispuesto a matar a quien sea por Camelia, ella lo es todo para mí y me va a dar un hijo, si te atreves a decir algo de ese niño te juro que te mato. Yo no soy Bastian o tú, no tengo sentido del honor con quien daña a quien más amo, te mataré y no me importará quién seas. Calla tu puta boca delante de mi mujer.

Mira a su esposa en busca de algún tipo de apoyo, pero Isarema se lo niega.

—Ya lo has oído— le dice— Es tu hija y tu nieto, Edoardo. Sé que esto te ha reabierto las heridas del pasado, pero ni Camelia ni el bebé tienen la culpa.

—Lo siento, tenéis razón— dice en un hilo de voz— Creo que será mejor que no esté mucho tiempo cerca de mi princesa hasta que haya hablado con mi terapeuta.

—Estoy de acuerdo— gruño— Y si alguien más tiene ese pensamiento respecto a mi hijo puede irse a la mierda.

Nadie dice nada, espero que siga siendo así, no estoy dispuesto a tolerar ninguna falta de respeto a mi familia.

Camelia se despierta unas horas más tarde, sigue sentada en mi regazo, acurrucada en mi pecho. No ha pronunciado ni una sola palabra, no me gusta verla así, cuando lleguemos a casa de Bastian y Adriana me voy a encargar de ella, de hacerle saber que todo está bien.

—Tienes que comer algo, princesa— le dice Isarema.

—No tengo hambre, mamá— responde mi esposa.

LA NIÑA #3.1 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora