DIECISIETE

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Marcelo

Dejo el plato con comida a su lado, pero no le presta atención. Está concentrada fabricando las bombas y desarmando mi pistola, para luego volverla a armar. Creo que está aprendiendo sobre su funcionamiento y poder mejorarla para que haga más daño.

Le dieron el alta del hospital ayer, no ha hablado mucho desde entonces. Tampoco ha querido dormir conmigo en la cama, cosa comprensible después de lo que ese bastardo le ha hecho.

Me agacho a su lado.

—Ángel.

Pongo mi mano en su rodilla, ella se sobresalta, la ira en sus ojos se disipa cuando se da cuenta de que soy yo.

—Tienes que comer, llevas despierta desde temprano haciendo esto.

—No tengo hambre.

—Ángel, por favor, hazlo por mí.

Asiente a regañadientes. Me siento a su lado en el sofá, tiene la mesa de café llena de materiales, cables, depósitos pequeños, dispositivos de explosión remota. Agarro mi pistola, pero ella pone su mano sobre la mía.

—Aún no he acabado— me dice.

—Está bien, le pediré otra a Bastian, puedes quedártela.

Niega con la cabeza.

—Necesitaré todas las balas que vayáis a usar— me dice.

—¿Qué estás haciendo?

—Hueco. Estoy haciéndolas huecas para rellenarlas con sosa cáustica, la bala estallará en el interior del cuerpo y lo quemará desde dentro.

—Una muerte lenta y dolorosa.

—Sí.

Me froto la cara con las manos.

—Bastian debería haberte contratado como ingeniera de armas— le digo— Nos habríamos ahorrado muchos problemas.

Una sonrisa fugaz se dibuja en su preciosa cara.

—¿Quieres hablar?— le pregunto.

—Sí— su voz se rompe— Lo sigo escuchando en mi cabeza, todo lo que me decía mientras me violaba, sus gruñidos y gemidos.

—Lo siento mucho, ángel. Debería haber estado contigo.

—No es tu culpa, meu rei.

—¿Por eso estás haciendo todo esto? ¿Para reemplazar sus asquerosos sonidos con sus gritos de dolor?

Ella asiente.

—Voy a darte un beso en la sien, ángel.

—Vale.

Poso mis labios durante varios segundos sobre su sien, luego pego mi frente en el mismo lugar.

—Estoy aquí, yo jamás te haré daño, cuando estés preparada sólo ven a buscarme.

—Te amo, Marcelo. Te prometo que cuando haya acabado con él todo mejorará.

—Lo sé, ángel. Eres jodidamente fuerte y valiente, creí que volvías a ser la Camelia de hace siete años antes de que pasara todo esto, pero me equivoqué. Eres mejor que esa Camelia y serás mejor cuando hayas salido de esta mierda.

—Quiero que todo pase, estar contigo, dormir en nuestra cama abrazados.

—Lo lograrás, siempre lo haces, ángel. Y esta vez no estás sola, me tienes a mí, incondicionalmente.

Rodea mi cuello con sus brazos, hago lo mismo por su cintura. Me da un beso en el cuello y se sube a mi regazo, acuno su cuerpo como si fuera un bebé. Noto que se está quedando dormida, me gusta que se sienta segura en mis brazos. Me echo hacia atrás en el sofá, pegando mi espalda al respaldo, agarro la manta y la cubro con ella. Saco mi móvil del bolsillo de mi pantalón, tengo que avisar a Bastian para que nos traiga sus balas y las de nuestros hombres para que Camelia las modifique. También quiero hablar con él sobre la posibilidad de que Camelia se encargue de nuestro armamento, podría hacernos la vida más fácil a todos.

LA NIÑA #3.1 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora