Capítulo 8

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–Muy buena elección, no esperaba menos de usted

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–Muy buena elección, no esperaba menos de usted.

Se estaba burlando de mí y si pudiera verle su rostro, estaba segura de que estaría sonriendo como un despiadado. Los jadeos por parte de los demás habitantes del bosque, hicieron que mi corazón se rasgara con más fuerza. Mis padres lloraron y chillaron aún con esa cuerda en su boca  como si no temieran perder la capacidad de hablar y de producir sonidos, al igual que mi hermana que intentó correr hacia mí pero un soldado la retuvo y fue más amable de lo que esperé ya que tan solo la agarró del brazo sin mucha fuerza y la sostuvo. Sin embargo, mi hermano tuvo que ser sujetado por más de tres hombres para que no se levantara del suelo. Esos gruñidos impotentes, hacían que me sintiera muy querida. Todo aquello lo estaban haciendo por mí, para que no me marchara pero no había marcha atrás, mis palabras habían sido pronunciadas con omnipotencia y a partir de este día, le pertenecía al Señor de las Almas Perdidas.

Sin previo aviso, noté como una soldado se acercó a mí sin ningún apuro y tomó mis manos con un poco de fuerza colocándome unas esposas de hierro. Una lágrima descendió por mis mejillas, el fin de mi libertad acababa de producirse a vista de todo el mundo. Entonces, ese soldado me instigó a empezar a caminar siendo escoltada por más de cinco hombres que me rodeaban. Mis pasos eran lentos y desganados, y más cuando vi como ese monstruo que se situaba detrás de mí, profirió esas palabras que hicieron que lo odiara más de lo que le odiaba en ese momento.

–Sabia Anciana, como le había dicho anteriormente he conseguido lo que quería, ahora ya pueden continuar con su ritual.

–¡Bastardo malnacido, déjala!

Giré rápidamente al escuchar el chillido de Neith con total desprecio hacia esa bestia que se había quedado quieta, observando al ser humano que se había dignado a insultarlo.

–¿Eres tan valiente como para insultarme, estúpido niño? 

Su sarcasmo hizo que me volviera a recorrer un escalofrío por toda mi espalda. No podía dejar que aquello acabara más mal de lo que estaba ahora, así que simplemente me dirigí hacia ese ser.

–Señor, déjelo por favor, ya me tiene, vayámonos.

Vayámonos, para no volver. Esa era la realidad, no volvería a pisar ese bosque nunca más.

–Tienes razón pero no puedo dejar amedentrarme por imbécil.

Iba a matarlo si no fuera por el acto reflejo que tuvo de abalanzarme sobre los soldados y caer de rodillas en forma de súplica. Neith se removía entre las personas que lo sujetaban a la fuerza. Estaba furioso, conocía esa cara a la perfección pero sobre todo esos ojos que ahora estaban rabiosos. 

–Señor... por favor se lo suplico, haré cualquier cosa pero déjelos en paz.

Centró toda su atención en mi, acababa de ofrecerle un trato a ese hombre que de seguro sabía que aceptaría, y ahora le debería algo de por vida. Esto no podía empeorar, todo se estaba derrumbando y todo por culpa de él. ¿Porqué me quería? Acaso no habían otras almas más viejas que debía de elegir la mía. Estaba frustrada, enfadada y decepcionada. 

La Leyenda ÁureaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora