Capítulo 5

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Las horas pasaron más lentas de lo que yo hubiera preferido

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Las horas pasaron más lentas de lo que yo hubiera preferido. En ese intervalo de tiempo hasta que acechó la noche, el único que pasó por casa fue Owen quién vino a cambiarse y luego volvió a marcharse. Nadie más vino y eso me preocupaba. Ariel tampoco hizo acto de presencia pero era de suponer ya que estaría por ahí jugando con sus amiguitos o más bien metiéndose en problemas como lo hacía yo cuando tenía su edad. Aún así, me sentí sola menos en el momento que ayudé a Owen a vestirse, por las demás horas me quedé sentada en esa hamaca constantemente pensando sobre porqué mis padres no vinieron a verme una vez tuve la corona en mi cabeza. No paré de pensar en aquello hasta que la campana  sonó y en ella, la alarma de reunión hizo que cada bello de mi cuerpo se erizara. Había llegado la hora de adentrarse en el maravilloso rito que iba a cambiarme la vida.

Cuando salí, encontré a Owen apoyado en el tronco con los brazos cruzados y sosteniendo su flauta de pan. Me sonrió al verme pero su ceño se frunció al ver qué tan solo salía yo, así que con la cabeza negué y pude descifrar su preocupación en sus ojos, al igual que los míos. Aquello no era normal en ellos, ya que por lo que sabía, los años anteriores, Owen y mis padres siempre se iban juntos pero esta vez tan solo estaba presente mi hermano. 

Owen pareció darse cuenta de mi desilusión y con el brazo me rodeó los hombros arrimándome más a él y eso me hizo sentir mejor. Era mi hermano mayor, con el que compartía muchos recuerdos e historias que nunca podré desvelar ya que eran un secreto que no debía ser conocido, a menos de que quisiéramos morir. Así es como empezamos a caminar por los puentes de madera viendo cómo los demás adultos del poblado hacían lo mismo, todos sonriendo y disfrutando de la compañía. No pude reprimir una sonrisa mientras observaba a todo el mundo con felicidad y las luciérnagas parecían estar acompañándonos en nuestro trayecto hasta la Media Luna. La naturaleza sabía perfectamente que este era un día muy especial tanto para ellos como para nosotros, los habitantes del bosque. Esta noche, la naturaleza y nuestra luz interior se uniría para poder transmitir nuestras ofrendas a los dioses que nos verían desde los cielos, la Diosa Madre y el Dios Celeste estarían orgullosos y contentos por recibir nuestra gratitud hacia ellos y yo estaría más que feliz por formar parte de esta importantísima tradición.

En cualquier caso, no estaba disfrutando de ese momento, había algo que me impedía hacerlo y era ese sentimiento de preocupación y de nerviosismo. ¿Dónde estaban mis padres? ¿Porqué no habían venido a nuestro encuentro? Muchas preguntas se formulaban en mi mente pero no dejé que ninguna de ellas llegara a apoderarse de mi cabeza, no quería que todos esos sentimientos se quedaran grabados en la noche más importante de mi vida. Así pues, dejé que mis pensamientos fluyeran y que mis ojos se centraran en la persona que nos estaba esperando en el suelo. Esos ojos, esos malditos ojos, se centraron tanto en mi que me quedé estupefacta al verlo. 

Bajé cuidadosamente la escalera de madera pegada a ese enorme árbol, ya que al llevar vestido era realmente incómodo pero vi a medida que bajaba, cómo ese hombre apartó la mirada y me sonrojé al conocer el motivo. ¿Porqué era tan bueno? Si seguía actuando de esa forma, no podré seguir odiándolo.

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