Capítulo 40

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Xylia

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Xylia

Maldito bastardo.

Por su culpa no podía dejar en él, en su maldiito beso que se sintió como si estuviera en el Más Allá, en un lugar divino y celestial. Había pasado un día desde que me besó, no lo ví en todas estas horas, pero tampoco fue mi intención buscarlo, más bien lo evité. Al menos, supe que desde el momento que Keegan me vio descompuesta, no se separó de mi, e incluso hizo llamar a Ilyra por si estaba enferma, la cual confirmó que no lo estaba pero tampoco le comentó que era algo psicológico en vez de físico. Nieve tampoco se había separado de mí pero finalmente decidí que era una tontería estar así por un simple beso que no significaba nada. Sabía perfectamente la tensión que había entre él y yo, finalmente explotó y nos besamos, eso sí con mucha pasión. No significaba que se repetiría.

Por supuesto quería que se repitiera pero no podía hacerlo

Era una desfachatez dejar que aquello ocurriera pero es que en verdad, no me arrepentía. Besaba increíblemente bien y la verdad, es que me había gustado. Pero él fue el causante de todo. Él me reclamó, me trajo a este mundo y me obligó a quedarme. Echaba de menos a mi familia, a mis hermanos, a Neith y a Shandor, quería decirles que todo estaba bien y que aunque no supiera porqué había sido reclamada, no estaba del todo mal en este mundo. Había ganado a unos amigos bastante peculiares que se preocupaban de mí y estaban atentos. Pero la verdad es que anhelaba el bosque, había notado cómo mi piel se había vuelto pálida, demasiado pálida. Mi piel necesitaba los rayos del sol y aunque en este mundo, recibiera los de las Tres Lunas, no era lo mismo. Ansiaba aspirar de nuevo los aromas del bosque y dejar embriagarme con ellos. Pero no podía hacerlo, ni ahora ni en un futuro cercano. 

Dentro de poco, me comentó Keegan, nevaría y los inviernos en este mundo eran extremadamente mortales pero realmente bonitos. Discrepé en eso último, este mundo no era bello pero si él lo decía, habría que verlo antes de opinar. 

En estos momentos me encontraba en uno de los dos baluartes de la muralla interior que protegía el castillo junto a Keegan y Malentha. Ambos estaban discutiendo sobre algún tema defensivo del que no me importó en absoluto prestar atención. No era mi problema, ya tenía los míos propios, no necesitaba más preocupaciones en mi pobre mente ahogada.

Yo estaba admirando la ciudad,  a través de una peque ventana, bajo la luz de las Tres Lunas, era realmente bonita.Una maravillosa ciudad que se abría bajo los pies de la colina en la que se situaba el complejo palacial. Estaba llena de edificios juntos como si fuera un laberinto, menos la calle principal que atravesaba la ciudad. Sería fascinante poder visitarla, y poder recorrer una ciudad así de grande. Nunca había visto una en mi vida, es verdad que el poblado 1 y 2, eran enormes, pero nunca los había podido contemplar con mis propios ojos. Así que sí, ver un tipo de ciudad con ese tipo de urbanización era extremadamente impactante.

—Xylia —escuché como Keegan me llamaba, así que me giré para encontrar al macho feérico y a la hembra feérica, observándome. 

—¿Qué pasa? —inquirí yo viendo como me observaban con tanto detalle. 

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