Capítulo 60

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Xylia

—Señorita Sylvam, ¿necesita algo? 

Miré con tranquilidad al soldado que me ofrecía su ayuda, sin embargo negué con la cabeza levemente, regalándole una pequeña sonrisa.

—No te preocupes, no necesito nada.  

Con un leve asentimiento se marchó dejándome de nuevo a solas con esa niña quién dormía plácidamente contra la suave piel del volkae. No sabía cuantas horas llevaba allí, de pie, observándola y intentando cuidarla. No me preocupaba en absoluto que durmiera tanto ya que debía estar simplemente agotada tanto mentalmente como físicamente y aunque tardase en recuperarse, iba a hacer todo lo posible para que volviera a su hogar y se reencontrara con sus seres queridos, cosa que yo no podría hacer pero que lucharía para que ello lo lograra.

Azael se marchó hacía horas seguramente sus deberes monárquicos le llamarían y Ilyra también se marchó aunque había comentado que por la tarde, pasaría a verla antes de que se marchara de nuevo a esa horripilante mansión. Algo de lo que estaba en contra, porque si pudiera yo habría ido en su lugar, me habría ofrecido pero eso no era posible. En cualquier caso, esa niña volvería a estar en el palacio a las siete de la mañana del día siguiente si ese maldito Lord acataba las órdenes impuestas por Azael. 

Me crucé los brazos, acariciándomelos y recordando lo mal que yo lo pasé los primeros días en el Subsuelo. Pero nunca se podría comparar con lo que estaba viviendo Anette y todos esos humanos que habían sido raptados por pura diversión y disfrute. Entonces, vi como se removía y murmuraba palabras sin sentido que ni se podían apreciar. Nieve rápidamente abrió los ojos pero no se movió, se mantuvo al lado de esa niña y yo me acerqué hacia la ellos, adentrándome dentro de la celda que había sido perfectamente aclimatada para la niña, no como a mi que me dejaron a merced. La reja estaba abierta y a medida que caminaba hacia ellos, notaba como esa niña estaba teniendo una pesadilla. Estaba sudando y temblando, además de que las muecas que hacía, daban a pensar que debía estar teniendo una horrible pesadilla. Sin embargo, no me lo esperé para nada, cuando empezó chillar como si le hubiesen herido o se hubiese dado un golpe muy forte. A continuación, sus ojos se abrieron, estaban llenos de lágrimas y sus manos rápidamente, se fueron hacia su cabeza apretándose con fuerza. 

—¡¡Anette!! 

La llamé preocupada y me lancé con rapidez sobre ella, intentando calmarla y sostenerla en mis brazos para que sintiera que estaba todo bien. Nieve se apartó de ella, dejando que yo me encargara de esto aunque no sabía si podría lograrlo. Anette al entrar en contacto conmigo, me abrazó con fuerza dejando que todas esas lagrimas se impregnaran en mi ropa. 

—Me estaba... pegando... —sollozó ella mientras yo labraba con fuerza y le acariciaba el pelo. 

—¿Quiénes, pequeña? —pregunté yo con la intención de averiguar a los culpables del sufrimiento de esa niña.

—Una mujer...

Me sorprendí al escucharla hablar. ¿Cómo podía hacerle aquello una mujer? Sin embargo, no muestre ningún apéndice de horror en mi rostro ni de disgusto. Aquello no tenía que afectar aún más a Anette.

—¿Y cómo era? 

Anette no contestó al instante pero tras unos minutos, decidió hablar dejándome atónita.

—Su pelo era rubio y sus ojos amarillos claros...  tenía orejas puntiagudas y me miraba con asco...

Guardé sus palabras, no sabiendo a quién se refería hasta que algo hizo click en mi interior. No podía tratarse de aquella hembra, debía de ser otra ya que esa hembra estaba muy ligada con la Corona y sobre todo con Azael. Aunque yo también sentí su mirada de asco y la humillación que hizo que pasara por su culpa y su odio hacia los humanos.

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