Azael
Cerré la puerta tras de mí de una patada, lo bastante cabreado como para reventar este lugar con mis sombras, a pesar de que estaría destruyendo mi hogar. Pero en ese momento todo me daba igual. Mi hermano y mi destinada me habían desobedecido. No sabía que hacer, estaba muy enfadado y sabía que mis sombras empezaban a acechar si no empezaba a tranquilizarme. Porque algo estaba claro, Xylia había tenido que ver con la muerte del lord.
—¿Qué ha pasado? —fue lo único que pregunté mirando a ambos con gravedad.
Vi como Xylia alzó su mirada al fin. No pude divisar ningun sentimiento aparente, ni remordimientos incluso. Me parecía extraño pero ese sentimiento que había sentido en mi interior no podía ser casualidad, no podía serlo y más cuando me había sentido como si hubiera cometido el mayor error de mi vida.
—Yo...tengo la culpa... de todo.
Le lancé una mirada fulminante a Keegan quién me respondió de la misma forma.
—Azael, si alguien tiene la culpa, soy yo. Debía de haberla parado pero no lo hice.
Respiré profundamente, intentando aguantar mi temperamento pero sabía que debía de hablar con ambos, pero sobre todo con ella.
—Ya hablaremos tu y yo más tarde, ahora márchate. —le ordené a mi hermano con tosquedad.
Xylia le miró como si su única salvación se esfumara y así fue, Keegan acabó pasando por mi lado con rigor y sin necesidad de decirme nada. Estaba claramente enfadado con ellos y me enervaba el hecho de que él hubiera lo consentido, a pesar de que le dije que la controlara y que la vigilara. Sin embargo, una vez se fue, miré a Xylia con pesadez.
—¿Por qué?
Me había decepcionado. Había confiado en ella pensando que después de todo me haría caso pero no fue así.
—Era mi deber —murmuró ella con voz queda.
—¿Tu deber? —dije con sarcasmo. —Xylia me has desobedecido.
—¡He hecho lo que debía! ¿O no lo entiendes?
—Ni se te ocurra levantarme la voz —gruñí molesto con su cambio de actitud —El único que tiene derecho aquí soy yo, al que has engañado y mentido sin remordimientos.
Me miró sobresaltada, su respiración estaba acelerada. Aún tenía algunas gotas de sangre en sus manos y ropa de ese ser asqueroso pero no me importaba en absoluto.
—¿Cómo puedes ser así? —me recriminó ella sin entender absolutamente nada.
—¡¡Porque soy un maldito monstruo!! —bramé enfurecido. —Te lo advertí muchas veces de lo que era capaz de hacer y sobre todo lo que hago como rey pero tu no puedes llegar a comprender que soy un sádico que le encanta matar, destrozar y que me obedezcan.
Se quedó muy quieta pero no parecía tenerme miedo, aunque sabía que esas palabras le afectaron y más cuando sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas. EL
—Te ordené que no mataras al Lord y aún así dejé que estuvieras presente en su aniquilación pero tu simplemente pasaste de mis advertencias para hacer lo que te viniera en gana —hablé con desprecio y disgusto.
—¿Vas a castigarme?
—Debería —respondí seco y sin interés.
Pasé mi mirada al cuerpo que yacía detrás de Xylia, inerte y con una daga clavada en su corazón.
—Pues hazlo.
—Xylia —gruñí advirtiéndola de que parara pero sabía que era demasiado obstinada y orgullosa para hacerlo.
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La Leyenda Áurea
FantasyEsa noche, Xylia nunca olvidaría esa noche, en la que los habitantes del bosque salieron a celebrar sus rituales sagrados hacia los dioses con sus danzas tradicionales pero todo colapsó con la llegada de ese monstruo que la reclamó a ella ¿ y qué oc...