Azael
Una semana había pasado desde aquel indeseado incidente. Una semana cargada de crispación social, más cuando esa misma semana era semana de recogida de impuestos en todo el basto reino. Las grandes ciudades de este reino, se encargaban de recoger los impuesto de las pequeñas aldeas situadas en los lugares más recónditos del territorio. Es así como cinco grandes ciudades, entre ellas la ciudadela, mi querida capital y antiguamente nombrada Owyn, también estaban Xandath, Kistyon, Mana'o y Uxigar. Todas ellas estaban lideradas por un Lord o una Lady, que se encargaban de transmitir mis ordenanzas. A parte de las ciudades, habían muchos territorios sin edificaciones que también contaban con Lores, los cuales no tenían ningún cargo político ni judicial pero formaban simplemente de la nobleza, de las grandes familias del Subsuelo.
Es así como estos cinco lores trajeron consigo el recaudo de los impuestos, todos y cada uno del oro y de la plata requerido. No éramos muy estrictos con el pago ya que si no podías pagarlo, debías se ofrecerte para trabajos públicos como viene siendo trabajar en los campos, limpiar las calles de las ciudades o formar parte de los equipos constructivos de los nuevos edificios. O incluso, trabajar en las minas. Eran trabajos pesado y duros pero eran el mejor reemplazo a aquellos que no conseguían solventar sus problemas económicos.
Se sabe muy bien en todo el reino, que desde mi era como monarca, no ha habido tanta pobreza ni bancarrota pero si que es cierto que todo ha sido fruto de una mano dura sin escrúpulos. Lo cierto es que aún así, las cuentas están bien y que la población vive en marcos que poco a poco se están mejorando. Las industrias han evolucionado mucho y lo mejor está por llegar.
Pero son días tensos en los que la gente se revoluciona y se manifiesta en contra de los impuestos, a pesar que es lo mejor que podría haberles ofrecido y no como el que se hacía llamar mi padre. Ese hombre era cruel y mataba a los que no pagaban o a los que criticaban las gestiones. Sin embargo, yo cambié leyes y las mejoré para que entre nuestro territorio no hubiesen hostilidades.
Aún así las cosas no iban como debían de ir. El incremento de ataques a la frontera, la amenaza de la Bruja Roja y los "infiltrados" estaban saturando al reino. Todos los líderes de batallón se les había sido asignado una misión, todos y cada uno de ellos habían aceptado sin pensarlo porque ellos protegían el reino. Mientras que yo, tuve que quedarme y solventar cada uno de los problemas económicos y los constantes dolores de cabeza.
En toda la semana prescindí de ver a Xylia. No quise preocuparla ni contarle la situación de mierda que estábamos viviendo porque esa maldita bruja quería volver al Subsuelo pero no lograría conquistarnos porque con sudor, sangre y lágrimas defenderíamos nuestra patria y nuestro honor. Y aunque, no quería meter a Xylia en esto, a pesar de que ella el principal objetivo de la Bruja Roja, además de ser la persona más importante de la batalla, no quería contarle nada, no quería decirla la verdad. Era un peso que no debía cargar ella sola, así que lo mejor era que lo cargara yo solo.
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La Leyenda Áurea
FantasyEsa noche, Xylia nunca olvidaría esa noche, en la que los habitantes del bosque salieron a celebrar sus rituales sagrados hacia los dioses con sus danzas tradicionales pero todo colapsó con la llegada de ese monstruo que la reclamó a ella ¿ y qué oc...