Capítulo 57

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Xylia

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Xylia

—¿Eso es lo único que puedes ofrecerme, Xylia? —preguntó el rey con la espada en alto, a escasos centímetros de mi garganta. Me estaba retando y provocando para que continuase, y de verdad que se lo agradecía.

Mi respiración estaba entrecortada debido al gran esfuerzo que era enfrentarse a esa bestia, porque si nunca había visto a nadie combatir con tanta precisión, rapidez y destreza. Él en cambio, ni estaba sudado ya que ni se había inmutado ante todos los movimientos.

Sería una derrota muy vil si caía ahora, no hacía ni cinco minutos que empezamos a luchar. Así que con rapidez rodé hacia la derecha y con la fuerza que me quedaba me puse de pie, esperando sorprenderlo.

Era una guardiana del bosque, había logrado matar tres Jabag y no me iba a dar por vencida. Alcé la espada y lo engañé haciéndole creer que ese era el golpe que quería darle. Sin embargo, el barrido que hice con mis piernas les pillo por sorpresa provocando que cayera de espaldas. Él gruñó al instante, y rápidamente, me subí encima de él, con la espada en su cuello como él hizo anteriormente.

—¿Ahora que Azael? —jadeé manteniendo la espada cerca de su garganta.

Él me miró hipnotizado como si estuviese admirando algún objeto caro o algún precioso paisaje. 

—Nada, mi hermosa guerrera —murmuró el maldito con una sonrisa coqueta, dejándome totalmente incrédula ante sus palabras.

Pero ese fue mi gran fallo, bajar la guardia con sus palabras, ya que con un rápido movimiento, terminó él subiéndose encima de mi y yo debajo de él. Mi espada quedó tirada por algún sitio cerca y mi respiración aún más entrecortada. Sus labios estaban demasiado cerca de los míos y ahora él también tenía la respiración acelerada. No me apuntó con la espada, tan solo le sirvió mirarme y estar lo bastante cerca como para saber que había perdido. Aunque la verdad, es que esa posición, me daba a que pensar en otro tipo de cosas.

—Nunca bajes la guardia —murmuró él mientras apartaba los mechones húmedos de mi cara. —Aunque sea alguien conocido o alguien te diga algo, mantente siempre en alerta. —acabó diciéndome él a modo de consejo, mientras yo asentía con la cabeza y tragaba saliva nerviosa.

Sin embargo, ninguno dijo nada más. Nos quedamos en esa posición tan comprometida y no pude evitar el recuerdo de todos los besos y caricias esparcidos esta mañana en su cama, antes de que nos trajeran el desayuno. No había pasado más allá de las simples caricias y roces, pero había sido tan cariñoso y tan cuidadoso que no pude evitar pensar que esa faceta tan solo la sacaba cuando estaba conmigo. Nunca lo había visto tan afectivo con otras personas, y no estaba hablando del tipo de cariño que les tenía a Keegan, Draven, Malentha e Ilyra, sino del tipo de cariño más a nivel romántico por así decirlo. Y la verdad era que no cuestionaba sus palabras sobre su enamoramiento porque sus ojos también le delatan cuando me miraba, como ahora era el caso. Me miraba con tanta admiración y cariño que era posible que fuera la primera vez que alguien me mirase así, de esa forma. 

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