Capítulo 65

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Neith

Estaba en casa. El olor del bosque se infiltró por mis fosas nasales, reconociendo rápidamente su aroma. Estaba nevado. El duro invierno había llegado al Bosque y eso tan solo me hizo pensar en lo difícil que sería ahora de destruir el poblado, estando ahora rodeado completamente de nieve, dándome una oportunidad más de evitar lo inevitable. ¿Acaso la Diosa Madre se apiadaba de mi? Avancé poco a poco con el arco en mi mano pero sin tensar. Sabía que no tendría ningún problema y menos cuando los guardianes escondidos por los árboles me viesen. Y efectivamente así fue, un cuerno sonó dando la voz de alarma. Me quedé quieto y sin quitarme la capucha de la cabeza. Con una agilidad casi imperceptible, cuatro guardianes me rodearon cayendo de los árboles y fue una cara conocida la que se dirigió a mi con franqueza y dureza.

—Dime quién eres y qué haces aquí.

Era Niko uno de los guardianes que había estando liderado antes de que esa bruja hiciera conmigo lo que le viniese en gana. Entonces, me llevé las manos a la capucha y pude ver como todos adoptaron posiciones de ataque.

—No te muevas –advirtió Niko quién ahora tensaba el arco con la flecha apuntándome directamente a mi pecho.

—¿Seguro que no queréis verme el rostro? —proferí con misterio.

Y pude ver como Niko fruncía el ceño como si reconociera mi voz. Así que una vez tomé la capucha con los dedos y me la retiré hacia atrás  y levanté la mirada hacia ese guardián, pude ver su cara de asombro y perplejidad.

—¿Neith? —preguntó él atónito y con tranquilidad asentí con la cabeza, sonriendo levemente.

Sin embargo no me esperé aquella reacción que al principio era cálida, se volvió hostil.

—Dame el arco y tu daga —ordenó él y yo me quedé sorprendido.

—¿Por? —pregunté sin saber el motivo de aquella pregunta.

Niko asintió desafiante. Ya no me miraba como su amigo, sino como su enemigo.

—Son órdenes directas, Neith.

—¿De quién? —intenté averiguar, siendo presa de la molestia que yacía en mi corazón.

—De Shandor.

Pude notar como la cara se me desfiguraba y el tiempo se paraba a mi alrededor. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué me estaban haciendo eso? Dejé de sentir, mi corazón latía con fuerza. La marca de mi cuello empezaba a hacer acto de presencia y supe que algo iba mal. Ya no me veían como uno de ellos, sino como a un extraño. Sin embargo, no me revolví contra ellos y simplemente con un suspiro cansado le volví a mirar.

—¿Es necesario? 

—Lo siento —fue lo único que dijo él mientras extendía su mano, a esperas de que le diera lo que me pidió.

Finalmente, le di lo que me pidió, incluyendo el carcaj que ni siquiera lo pidió pero que decidí dárselo porque no tenía sentido a que me lo quedara. Una vez me quedé desarmado y sintiéndome realmente mal. Niko volvió a hablar.

—Quieres ver a la Sabia Anciana, ¿no es así? —asentí con tristeza.

—Si no es de mucha molestia, me gustaría verla de urgencia. —pedí yo y con un último acto de amistad, Niko accedió.

Así fue como acompañado por Niko, accedí al poblado mientras el resto de guardianes que lideraba Niko se quedaron haciendo vigilia. Sin duda, el poblado no había cambiado en absoluto ni la Media luna ni el campamento de entreno, en el que tanto tiempo había pasado. Sin embargo, ya caída la noche, no se escuchaba ningún sonido por parte de los pueblerinos sino de la propia naturaleza y de los animales del bosque. Aunque esperaba que ese sonido tan sepulcral, fuera obra de que la Sabia Anciana había recibido el mensaje y que habáin empezado a evacuar el poblado y habían activado el Código Omega.

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