Keegan
La taberna "Molinos Marinos" era una de las más famosas de la ciudadela y de todo el Subsuelo, sobre todo para aquellos que amaban la bebida y la fiesta tanto como yo, pero lo que muchos no sabían era su doble faceta en este mundo de mierda. Y es que esta misma taberna era uno de los puntos de compre-venta más famosos en los que actuaba el Corsario. Pasaba desapercibido por albergar un burdel encima de la taberna y por estar siempre llena pero hoy no sería el caso. Darius estaba a mi lado, tan observador y callado como o solía estar siempre. Rasgos que fueron entrenados con la intención de que algún día ocupara mi puesto. Ambos vestíamos capas largas negras y ropa parecida a la que solían utilizar los capitanes de la armada naval, con esas botas blancas y uniformes azules marinos. Debíamos pasar desapercibidos y qué mejor que convirtiéndonos en dos capitanes con la intención de estafar las cuentas reales del rey. En cualquier caso, después de que uno de los soldados infiltrados nos recibiera y nos diese paso a la trastienda de la taberna y accediéramos a la sala de negocios, estábamos a esperas de que el Corsario hiciese su entrada triunfal.
Esa sala denotaba riqueza y poder. Las paredes tapizadas de color rojo, muebles oscuros adornados con dorados y una lámpara que colgaba en el techo con piedras preciosas. El centro de la estancia era ocupada por una mesa rectangular que quién ocupaba la cabeza de la mesa, era él, mientras que los demás ocupábamos el resto de las butacas. Dentro de esa sala éramos ya doce personas y cuatro de ellas éramos soldados de la Corona. Perfectamente podíamos haberlos saboteado y detenido a todos pero Azael se negó rotundamente. Cosa totalmente extraña en él ya que sus actuaciones eran rápidas y contundentes pero en este caso quería hacerlo todo perfecto y al milímetro para que no se nos escapase nada. Era entendible. Darius y yo tomamos asiento al lado derecho de la mesa, justo al lado de uno de los contrabandistas más famosos de la Ciudadela, Nox Wir. Era normal que estuviese aquí y más si el Corsario tenía algo de oro que ofrecer por una recompensa. Me sonaban las caras de alguno más pero el resto era simplemente rostros desconocidos pero que debían ser importantes para que estuviesen allí.
Sin embargo, no pude analizar más porque la puerta de la sala se abrió, dando paso al Corsario y a una joven acompañante, que probablemente fuese su hija, Amarantha Niorson "la Sanguinaria". El Corsario era una macho de mil años aproximadamente, de piel oscura debido a su vida dedicada al océano. Su cabello largo negro rizado y sus ojos grises hacían conjunto con la ropa que portaba como capitán de buque. Un jubón de color negro, camisa de color blanca y unos pantalones capri de color oscuro también y sus botas negras hasta la rodilla. Debía estar lleno de armas pero la que destacaba era esa espada que colgaba en su cintura. Su hija de no más de doscientos años era la heredera, a quién si que había reclamado como suya, era un calco de su padre. Era la primera vez que la veía, nunca se dejaba ver tan solo en reuniones secretas y batallas apartadas del ojo de la Corona. Aunque su cabello era más corto y ondulado, como las olas del mar, por encima de sus hombros mientras que su musculado cuerpo, le distinguía de su padre. Además de que ella siempre portaba encima una falda negra con dos puñales junto a su espada en la cintura por lo que decían los rumores de las batallas pero definitivamente, esa hembra tenía una luz en sus ojos bastante sádica que me daba curiosidad.
Ambos observaron con detenimiento la sala, ninguno de ellos saludó. Pasaron de largo hasta que cada uno tomó su puesto en esta reunión. El Corsario sentado en su butaca y su hija detrás de él, preparada por si algo saliese mal. Entonces fue en ese momento, en el que el Corsario pegó con las palmas de su mano la mesa dos veces, que la reunión dio comienzo.
—La Corona Negra conoce parte de nuestros movimientos pero nosotros somos más rápidos, más sabios que ese estúpido rey que va reclamando inútiles humanas para satisfacerse de ellas. —nadie habló, todos estaban atentos a las palabras del Corsario— Una nueva era nos espera si conseguimos capturar a la humana favorita del rey, es por eso que os he reunido aquí —miró a todos los presentes con una sonrisa sádica —asesinos, contrabandistas, mercenarios y ex-soldados, todos vosotros seréis recompensados con quinientas tablillas de oro puro si me traéis con vida a Xylia Sylvam.
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La Leyenda Áurea
FantasiEsa noche, Xylia nunca olvidaría esa noche, en la que los habitantes del bosque salieron a celebrar sus rituales sagrados hacia los dioses con sus danzas tradicionales pero todo colapsó con la llegada de ese monstruo que la reclamó a ella ¿ y qué oc...