EL MONARCA DEL SUBSUELO
La situación podía empeorar aún más y mis expectativas no se equivocaron. Una vez mis sombras se encargaron de llevarnos a palacio, más concretamente en el lugar donde ella pasaría los días, en los calabozos. No tenía ninguna empatía con ella y menos con sus problemas pero si estos también se cernían sobre mí, no me quedaba otra que actuar.
Ella acababa de tener una visión sobre el futuro y no era normal que una humana pudiera visualizarlos aunque sabiendo que vio a una mujer con ropajes rojos, todo tendría que ver con la Bruja Roja, esa estúpida bruja vengativa que seguramente habría notado la esencia humana de aquella preciosa mujer que aún estando golpeada por Cyno, se veía realmente bonita. Sin embargo, aquello debía ponernos sobreaviso, esa bruja haría de todo para matar a la humana y no era una opción, la necesitaba viva y fuerte sí quería averiguar qué significaba aquella estúpida leyenda. Pero por ahora, no podía hacer nada más que dejarla allí y pensar en mis próximas estrategias.
La dejé en áspero y frío suelo de piedra, viendo como ahogó un pequeño grito al entrar en contacto con ello. Era uno de los lugares más antiguos dentro del palacio ya que a lo largo de mi existencia he ido haciendo unas cuantas reformas que mis ancestros ya realizaron en su momento pero nunca pensé hacerle ninguna reforma a ese lugar en el que solo daría un techo a los maleantes y criaturas que no siguieran mis directrices y por ahora, la humana formaba parte de ellos. Es cierto que no había ninguna chimenea en ese lugar y dentro de muy poco el invierno acecharía pero ¿porqué me preocupaba?
En cualquier caso, mientras ella observaba el calabozo siendo este uno de los más espaciosos y que incluía una ventana, yo aún recordaba el lívido peso de aquella pequeña mujer. Pesaba muy poco en comparación a mi, bueno también es cierto que tenía mucha fuerza y que para mí había sido como levantar una pequeña piedra. Aún así, si quería intentar averiguar qué es lo que significaba aquella leyenda, debía convertirla en una mujer poderosa y aunque no fuera una hembra feérica, sí que podía hacerle tener la fuerza de una si entrenaba mucho.
Esa mujer iba a sufrir muchísimo y más cuando empezara los entrenamientos pero le daría algún día o dos para que se adaptara y aprendiera a beber las pócimas creadas específicamente para ella. Tampoco me olvidé de esposarla de nuevo y con ayuda de mis sombras, pude ver cómo ella se sorprendía al volver ser esposada pero después de la que lió en unos segundos zafándose incluso de Cyno, no podía fiarme de ella y de su inteligencia.
–¿Porqué me pone esto, si voy a estar encarcelada?
Su pregunta fue un mero susurro que pude percibir debido a que estaba contemplando sus finos labios ahora con un tono rojizo por culpa de la sangre que emanaba de aquel corte.
–Eres demasiado astuta como para fiarme -dije sin pensar pero era la verdad.
Los humanos podían ser increiblemente hábiles tanto que podían engañarte con tanta facilidad que no podrías darte cuenta hasta horas después. Sin embargo , ella tan solo respiró profundamente, se veía cansada a pesar de haber estado durmiendo por cuatro horas pero algo me indicaba que también podía padecer cansancio mental. Se veía frágil y ahora aún más con esas aparente ojeras que ensombrecían su rostro y que lo hacían más apetecible que nunca. Tuve que frenar mis instintos feéricos al ver esa sangre tan brillante reclamando que alguien la limpiase. Era el maldito rey, no podía dejarme encandilar por una humana. Si me vieran mis ancestros, de seguro que me pegarían una paliza por considerarla una persona y no un animal porque si en este lugar, los humanos durante cientos de años se les consideraba como animales que tan solo servían para reproducirse y darnos a los feéricos esos grandes festines con su sangre. Desde hacía mucho tiempo, aquello ya no se daba, tan solo para grandes festividades pero no podía negar que la sangre humana estaba deliciosa y me preguntaba si la de esa humana estaría dulce. Tarde o temprano lo descubriría, en esos momentos no tenía tiempo para averiguarlo ya que seguramente toda mi corte me estaría esperando, sobre todo a la única mujer a la que había permitido estar a mi lado como mano derecha del rey, a mi querida hermana Melantha. Ella era la única prueba de que podía sentir emociones porque cuando los antiguos portadores de Almas y reyes del Subsuelo, me la presentaron hacía nada menos que cuatrocientos años, sentí un estrecho vínculo con ella a pesar de que era una niña de no más de diez años por aquel entonces. Yo tenía unos quinientos años y ya llevaba unos dos cientos años en el trono, después de que mis parientes abdicaran a mí favor teniendo todo el tiempo del mundo para crear a una hermana para el rey del Subsuelo.
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La Leyenda Áurea
FantasyEsa noche, Xylia nunca olvidaría esa noche, en la que los habitantes del bosque salieron a celebrar sus rituales sagrados hacia los dioses con sus danzas tradicionales pero todo colapsó con la llegada de ese monstruo que la reclamó a ella ¿ y qué oc...