𝟐𝟏. 𝐏𝐡𝐨𝐞𝐧𝐢𝐱

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𝐑𝐮𝐛𝐲

Estoy preparando mis maletas, en dos horas sale mi vuelo hacía Phoenix y estoy muy emocionada, hace mucho tiempo he querido ir pero por un motivo u otro no había sido posible, no tengo ningún compromiso y ahora más que nunca sé que tomé la decisión correcta.

—No vayas a quedarte allá enana —dice Eddie haciendo puchero desde la puerta de mi habitación.
—Aún no se van y ya los extraño —entra y carga a Ethan en sus brazos, mi pequeño se parece bastante a Steve pero tiene los mismos ojos que mi hermano y adoro verlos juntos.

—No prometo nada —entre abre la boca y abraza más fuerte al koala. —No seas tonto, claro que voy a regresar en dos semanas es el cumpleaños de Ethan y queremos compartir ese momento con ustedes —

—¿Qué día exactamente? —pregunta meneando a su sobrino de lado a lado.

—19 de febrero, tengo que hablar con Steve sobre eso pero lo haré por teléfono —intento cerrar la maleta pero me está resultando difícil, Eddie se acerca para ayudarme.

—¿Y por qué por teléfono? ¿A que le tienes miedo enana Munson? —entrecierra sus ojos y me regala una sonrisa ladina, mis mejillas se pongan calientes.

—No le tengo miedo a nada, es sólo que, debe estar ocupado entrometido Munson —se cruza de brazos y lanza una carcajada.

—Miedosa —susurra cerca de mi oído.

—Ya cállate Edward, mejor ayúdame a bajar esta maleta —sigue burlándose no hay duda que sabe molestar.

—Mierda es tan pesada, llevas bastantes cosas —va quejándose mientras baja las escaleras.

—Es porque llevo todo ahí, como ya no voy a regresar... —voltea a verme rápidamente, tiene el ceño fruncido. —Es mentira Eddie, sabes que no puedo vivir sin ti —ruedo los ojos.

—Lo sé, lo sé, no es necesario que lo repitas —que egocéntrico es.

Mientras el taxi llega tomo el teléfono y marco el número de Steve.

—Hola —mi corazón late con fuerza, reconoce la voz de quién reside ahí desde hace un buen tiempo.

—Hola... sólo quería avisarte que no estaré por algunos días pero regresaré para festejar el cumpleaños de Ethan —se presenta un silencio pero no es incómodo.

—Está bien, nos vemos en dos semanas —cuelgo el teléfono con un poco de decepción, esperaba que preguntara a dónde iría pero no lo hizo, quizás ya no le interesa lo que haga.

—Enana ya llegó tu taxi —avisa Eddie, un suspiro se escapa de mí, nos despedimos de Cassie, de la pequeña Violet y de los chicos de la banda, dejando al último a Eddie.
—Cuídense mucho enana, los amo —besa mi frente y también la de Ethan.

Salimos de la cabaña y subimos al taxi, el hombre arranca rumbo al aeropuerto.

Después de un largo viaje al fin hemos llegado a Phoenix, la ciudad no es la misma que recuerdo pero aún me siento en casa, extrañaba tanto estar aquí porque en cada lugar hay recuerdos con Stella.

Llegamos a casa, al abrir la puerta tengo la esperanza de que ella esté ahí pero no se encuentra, al menos no físicamente.

—¿Te gusta Ethan? —mi pequeño asiente con su pequeña cabecita y recorre con sus ojos de chocolate cada centímetro del lugar, todo está en su lugar, tal cuál se quedó cuando Steve y yo cruzamos esa puerta.

Ethan camina hacía una mesita de centro, señala una fotografía de Stella y sonríe inocentemente.

—Ella es Stella, diría que tu abuelita pero si lo digo vendrá en la noche y me jalará los pies, mejor no arriesgarnos koala —si le molestaba que le dijera tía no quiero imaginar como se pondría al escuchar “abuela Stella”, río por mis pensamientos.

Las escaleras llaman mi atención, recuerdo cuando intenté asustar a Steve y el susto me lo llevé yo, giro un poco mi cabeza y observo la cocina, mis mejillas se sienten calientes por lo que viví ahí, levanto mi mirada y sonrío, detrás de la puerta de esa habitación tuve mi primera vez con Steve, no cabe duda que esta casa está llena de recuerdos, viví cosas increíbles junto a personas increíbles.

Ethan me entrega un portaretratos y no puedo evitar sonreír, es Martín.

—¿Abu? —pregunta, es la última foto que se tomó junto a Stella.

—Si amor, es tu abu, como Wayne —le explico, ambos hombres se han ganado ese lugar, tomo el teléfono y marco a la oficina de Martín rogándole al cielo que no lo haya cambiado.

—¿Bueno? —es su voz, tan ronca como siempre.

—Hola Martín —muerdo mi labio esperando su respuesta.

—¡Ruby!, ¿cómo estás? ¿pasó algo? —su tono emocionante cambia por uno de preocupación.

—Estamos bien, en casa, te esperamos para cenar —

—¿Estás en Phoenix? —pregunta y sonrío.

—Sí, acabamos de llegar —

—¿Tú y Steve? —mis ojos se clavan en Ethan.

—Algo así —termina la llamada y aprovecho para pedir algo de comer.

Pasados unos minutos el timbre suena, tomo unos cuantos dólares de mi billetera para pagarle al repartidor pero me llevo una gran sorpresa, es Martín.

—¡Martín! —abro mis brazos y me lanzo a su pecho. —Te extrañé un montón —acaricia mi cabeza, recuerdo todo lo bueno que hizo por mí y por Stella, incluso por Eddie y Wayne.

—¡Yo también niña! —me separo, mi corazón se estruja porque en su cabello hay algunas canas y en su rostro algunas marcas por la edad, pasé demasiado tiempo sin verlo.
—¿Acaban de llegar? —

—Si pero no te quedes ahí, pasa esta también es tu casa —antes de hacerlo suspira profundamente, quizá aún no asimilamos del todo que Stella ya no está.

—¿Y Steve? —sonrío con los labios apretados.

—Ethan —llamo a mi pequeño, asoma su carita detrás de un sofá.

—No me digas que... ¡Dios mío, en qué momento! —se acerca a Ethan, lo observa de arriba a abajo, ambos lo hacen.
—Sólo tiene tus ojos pero es igualito a ese chico, Harrington si no me equivoco —asiento con la cabeza.

—Todos me lo dicen —no me molesta, al contrario, Ethan es un pedacito de Steve y eso ha hecho que no lo extrañe demasiado.

—¿Dónde está? —bajo la mirada y me preparo para hablar pero el timbre vuelve a escucharse.

Dejamos la plática por un momento y nos dedicamos a comer, el viaje no fue tan largo pero aún así tengo hambre, Ethan comió poco para luego quedar profundamente dormido.

—Ahora sí, ¿dónde está ese chico? —frunce el ceño.

—Es una historia larga —me encojo de hombros.

—Anda cuéntame, tenemos mucho tiempo —

Le expliqué toda la situación sin saltarme ningún detalle, en más de una ocasión mi garganta se cerró y algunas lágrimas escaparon de mí.

—Sólo puedo decir que eres muy fuerte, siempre lo has sido, desde pequeña te has enfrentado a situaciones muy difíciles pero ten cuidado, dicen que lo que no te mata te hace más fuerte pero no es verdad —lo miro atenta, es un hombre muy sabio.
—Cuando Stella se fue caí en una fuerte depresión, quizá no lo sabías pero teníamos planes, esperé toda mi maldita adolescencia para tomarla de la mano porque no me sentía preparado, tenía miedo de que me rechazará y me quedé a su lado como amigo nada más, cuando al fin me sentí listo la vida me mostró que había esperado demasiado y de todos esos planes sólo se ha cumplido uno, amarla para siempre —mis lágrimas caen sobre mis piernas.
—Te digo esto porqué sé que Steve te ama y sé que tú a él, no esperes mucho tiempo niña, la persona correcta sanará y crecerá junto a ti, tómalo de la mano y descubran el mundo juntos —

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𝐒 𝐄 𝐌 𝐏 𝐈 𝐓 𝐄 𝐑 𝐍 𝐎 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora