32

10 0 0
                                    


"In the chaos of our own emotions, we find ourselves trapped in an eternal dilemma: the battle between reason that forges our defenses and passion that tears down our walls."


La sala de investigaciones se extendía ante mí, un espacio lleno de actividad y movimiento. El suelo de mármol resonaba ligeramente bajo el eco de mis botas mientras avanzaba con pasos decididos. Las luces tenues del techo arrojaban sombras intermitentes sobre los escritorios y los agentes que llenaban la sala, creando una atmósfera sombría en el lugar.

La sala estaba diseñada de manera eficiente, con escritorios cuidadosamente organizados y agentes de todos los rangos trabajando en sus casos. Algunos estaban concentrados en sus tareas, ojeando informes y tomando notas en silencio, mientras que otros sostenían conversaciones en voz baja en grupos dispersos por la habitación.

Forest, uno de los agentes implicados en el caso que se caracterizaba por su actitud despreocupada y siempre sonriente, estaba sentado en su escritorio revisando cautelosamente un expediente. Al verme entrar, levantó la vista y me saludó con una inclinación de cabeza, como si estuviera a punto de hacer una de sus bromas características.

—Bienvenida de vuelta, señorita "agente oficial a cargo" —bromeó este, pero su intento de sacarme una sonrisa se encontró con mi mirada seria y mi expresión sombría. Dejé en claro que no estaba de humor para celebraciones y bromas en ese momento.

Mi mirada se deslizó lentamente hacia el escritorio de Forest, una reliquia de madera envejecida que, a pesar del paso del tiempo, aún conservaba su encanto. Con un suspiro de alivio, reposé mi bolso en su superficie desgastada por el uso. La habitación que se extendía ante mis ojos, a pesar de mi prolongada ausencia, seguía siendo un remanso de familiaridad y calidez. 

La sala se extendía ante mis ojos, un espacio impregnado del aire serio y eficiente que caracteriza a la organización. A pesar de la contemporaneidad de su diseño y la apariencia moderna de los dispositivos, la estancia aún conservaba la solemnidad que se esperaría de un lugar donde se tratan asuntos de seguridad internacional. Las paredes, revestidas de paneles de madera oscura, sostenían fotografías de compañeros, momentos memorables de misiones pasadas y medallas ganadas con sacrificio y coraje. El olor distintivo a tinta y papel persistía en el aire, recordándome innumerables sesiones de planificación y estrategia.

Sin embargo, a pesar de la bienvenida que recibí de aquel familiar entorno, el regreso a la operación no me proporcionó el consuelo que esperaba. Mi mente estaba plagada de preocupaciones que proyectaban una sombra sobre cualquier atisbo de seguridad. Cada rincón de la habitación susurraba nuevas estrategias y contrariedades que resolver, pero mi atención estaba enfocada en las incertidumbres del futuro y en los peligros que aguardaban en el horizonte de mi vida personal. 

—Forest, por favor, déjame un respiro en este asunto de mi ascenso, ¿sí? En realidad, no estoy de humor para recibir felicitaciones y todas esas mierdas —le pedí con una sinceridad que sabía que él, con su sensatez habitual, comprendería sin necesidad de mayores explicaciones.

Mis pensamientos seguían atormentados por los recuerdos del secuestro y la incomprensión de White en cuanto a la situación de Aemon me estaba frustrando profundamente. Cada pensamiento que cruzaba mi mente era como una pieza de rompecabezas fuera de lugar, y no podía evitar sentir que algo crucial se me escapaba, una verdad oculta en medio de la confusión que me rodeaba, una respuesta que aún se resistía a revelarse.

—¿Estás bien? —preguntó Forest con genuina preocupación en su voz, y sus ojos marrones, cálidos y penetrantes, se posaron en mí con una atención meticulosa. Su mirada parecía escrutar mi alma en busca de señales de dolor o debilidad, dejando a un lado la habitual sonrisa pícara que solía iluminar su rostro.

FLEMINGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora