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"Monsters are real, and so are ghosts: they live inside us and sometimes they win."


El juez solicitó amablemente a las personas presentes en la sala que tomaran asiento. Una vez que todos obedecieron, tomó el sobre que contenía la sentencia y comenzó a leerla en voz alta: "El estado de Oregón contra Hell Fleming, caso número 86005. El jurado declara a la acusada Hell Fleming inocente del cargo de asesinato en segundo grado, delito cometido contra Anthony y Elizabeth Fleming..."

Al escuchar el veredicto, Hell experimentó una sensación de triunfo frío y calculado. En lugar de sentir alivio o gratitud, su corazón se llenó de deleite por haber burlado a la justicia y salir impune de sus crímenes. Aunque su rostro permanecía impasible, en su interior se regocijaba por el hecho de que su astucia y manipulación habían prevalecido una vez más.

Mientras el juez continuaba dictando la resolución del caso, Hell se sumergió en sus propios pensamientos. La magnitud de lo sucedido comenzó a asentarse en su mente retorcida.

Aunque se encontraba exonerada, no pudo evitar sentir la intensidad de las miradas acusadoras clavadas en su espalda. Los murmullos de desaprobación resonaban en sus oídos, juzgando su carácter y cuestionando la justicia del veredicto. Sabía que, aunque este mismo había sido pronunciado a su favor, esas miradas no desaparecerían fácilmente. Para Hell, eso era algo que no solo no le afectaba, sino que le otorgaba un poder peculiar; sentía una perversa satisfacción al notar el impacto que causaba en las personas, el miedo y la intriga que despertaba. Estas reacciones solo servían para alimentar su ego retorcido y fortalecer su convicción de que estaba por encima de las normas y restricciones que la sociedad intentaba imponerle.

Mientras abandonaba la sala del tribunal, escrutó a las personas de su entorno. Algunos la observaban con desdén, otros con temor y otros aún con una mezcla de incredulidad y fascinación por la misteriosa mujer que había sido exonerada de cargos tan graves. Aunque el veredicto había sido pronunciado, Hell sabía que su reputación y su pasado la seguirían de cerca, alimentando su aura de peligro y misterio.

Con paso firme, Hell cruzó el umbral de la sala, la luz del sol recibiendola y cegando su visión por un momento. Afuera, cientos de periodistas aguardaban, sedientos de una declaración que pudiera satisfacer su sed de sensacionalismo; sus voces mezclandose en un coro discordante mientras buscaban respuestas eran un recordatorio constante de la magnitud de su caso y del interés público que había generado. Hell sabía que su rostro estaría en todos los medios de comunicación, y cada detalle de su apariencia, comportamiento y palabras sería minuciosamente analizado y juzgado.

Para Hell, enfrentar a la prensa significaba exponerse a preguntas inapropiadas y provocadoras que podrían desencadenar reacciones impredecibles y poner en peligro su imagen cuidadosamente construida. A pesar de su capacidad para manipular a los demás, estaba consciente de que los periodistas eran hábiles en el arte de la persuasión y podrían encontrar la forma de socavar su confianza o revelar detalles que ella prefería mantener ocultos. Buscó refugio en su abogado, Augustus, quien, junto con dos guardias de seguridad, abrió paso hacia el automóvil que los esperaba.

Hell se deslizó en el asiento trasero, sintiendo el suave abrazo del cuero contra su piel. El cansancio y la tensión se acumularon en su cuerpo, mezclándose con la incomodidad que siempre había sentido en presencia de Augustus. Ella sabía que él la había defendido con éxito, logrando la exoneración de la hija del querido senador Anthony Fleming, a pesar de las abrumadoras pruebas en su contra. El brillo triunfante en el rostro de Augustus era comprensible.

"¿Cómo te sientes?", preguntó Augustus, buscando validación de su éxito. La sonrisa triunfal en su rostro esperaba una respuesta acorde con el resultado obtenido. Pero Hell no podía desatar una sola emoción en ese momento. Aunque sentía un alivio placentero por no estar tras las rejas, también cargaba con el peso de las acusaciones y la desconfianza que el veredicto había suscitado. "Sin duda, aliviada", respondió con una pequeña sonrisa. Pero al encontrarse con la mirada de Augustus, notando el destello de desprecio en sus ojos, entendió que su reacción no le había convencido. Supuso que cualquier persona en su situación debería estar saltando de alegría, pero algo en su interior le impedía hacerlo.

FLEMINGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora