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La cena fue sin contratiempos y Cecil siguió su rutina de bañar al bebé, ponerle la ropa para dormir y arrullarlo en su cuna hasta que estuviera a gusto

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La cena fue sin contratiempos y Cecil siguió su rutina de bañar al bebé, ponerle la ropa para dormir y arrullarlo en su cuna hasta que estuviera a gusto. Luego llamó a la nana que lo cuidaba en las noches y se dirigió a la casa de Elián y Aquila.

Recapitulando en su historia probablemente ellos tres eran los amigos más complicados sobre la faz de la tierra o al menos dentro de la isla. Cuando tenía quince años cuando Aquila y él se volvieron novios, vivieron sus primeras veces juntos, se tomaban de la mano observando el atardecer. Prometieron que se casarían, sin embargo, a los dieciséis terminó aceptando el cortejo de Jeffrey Baker y tuvieron que separarse, pues el hombre nunca permitiría que Cecil estuviera con alguien más aparte de él. 

En ese entonces era más joven y temerario, por lo que decidió obstinadamente que no terminaría con Aquila por nada del mundo, así que continuaron con su relación en secreto después de que este último prometiera que lo esperaría el tiempo que fuera necesario hasta que pudiera divorciarse.

El romance dio un paso adelante después de aquella declaración de amor y comenzaron a tener sexo cual conejos, Cecil conocía cada peca en la espalda del hombre, cada cicatriz, la forma, color y sabor de su pene. Si lo pensaba ahora, aquella no fue la decisión más inteligente, pero engañar al hombre que potencialmente podría destruirlos a los dos sintió como una forma de rebelión más que buena.

Al iniciar el segundo año de su matrimonio terminó con Aquila por el bien de ambos, este se negó a aceptarlo, así que se distanciaron un tiempo. Cecil no quería poner en riesgo su amistad y siendo sincero, se dio cuenta que era el momento de dejar ir esos sentimientos. Los siguientes meses fueron muy dolorosos, no solo por la ruptura, también por el distanciamiento que vino con esta.

Sin embargo, al final el tiempo le dio la razón, Aquila aceptó la realidad y dejó ir y cuando eso pasó, Elián, quien había estado esperando pacientemente con un amor no correspondido desde la infancia, tuvo su gran momento. Ahora ambos estaban casados y felices, para Cecil eso estaba bien, sin embargo, en ocasiones su relación previa volvía un poco incómoda la amistad.

En alguna ocasión los tres tuvieron un picnic nocturno en una cava en la costa, un lugar con una vista hermosa, tranquilo, alejado de miradas ajenas. Cuando Elián les preguntó cómo habían encontrado ese lugar, el silencio se volvió incómodo, porque era uno de los sitios regulares donde tenía encuentros con Aquila. No fue la idea más brillante de ese idiota, pero era una bonita vista para divertirse y quería que Elián tuviera un lindo descanso cerca del mar, así que no pudo culparlo del todo.

Suspirando tocó la puerta de la cabaña, pensando que de todas formas Elián no tenía nada de qué preocuparse, después de todo él era el marido y ni Cecil ni Aquila estaban interesados en volver.

Cuando la puerta se abrió Aquila le estaba sonriendo, pero la atención de Cecil se movió hacia Fausto, el dulce perro que la pareja había adoptado el día anterior, entregándole los pescados al hombre inmediatamente tomó al animalito en brazos y lo cargó, dirigiéndose a la mesa, donde tomó asiento, sosteniéndolo como si fuera un bebé. Fausto amaba que lo sostuvieran en brazos, levantaba las patitas en cuanto lo veía y solía mover la cola con entusiasmo mientras era sostenido. En ese momento estaba dedicándole una adorable sonrisa, sacando la lengua hacia un lado y respirando muy fuerte.

Una belleza caída en desgraciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora