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Magnus estaba sólo en una habitación porque alguien llamó a Norman para que se fuera a la isla, la búsqueda de Aquila se estaba intensificando y le dijeron que tenía que ir a encargarse del asunto. Él lo agradeció porque ya estaba podrido de que el hombre intentara manosearlo y se transformó en una lagartija para poder explorar el lugar con más comodidad.

La construcción era una especie de palacio antiguo que tenía diferentes recintos que seguramente eran utilizados para banquetes. Había una gran cocina y muchos guardias. Magnus era un hombre paciente, así que comenzó a desmayar a cada uno de ellos y atarlos. Sin embargo, tardó un poco más de lo estimado en encontrar a la gente dentro de aquella casa.

Resulta que a quienes buscaba se hallaban en unas mazmorras de alto mantenimiento. Se trataba de una habitación enorme con jaulas de colores llenas de almohadones y comida. Había muchos guardias en esa parte, Magnus los observó sacar a uno de los prisioneros y escoltarlo hacia un lugar desconocido, presumiblemente un baño, al cabo de un rato lo trajeron de vuelta y lo encerraron en la jaula de nuevo. Todos parecían bastante acostumbrados, estaban tumbados sobre almohadones, hablando entre ellos con expresiones aburridas. El recinto era enorme, había al menos cincuenta chicos y chicas dentro, la mayoría extranjeros porque hablaban el dialecto de los barrios bajos de Gold Land y también reconoció algunos de los acentos de provincias de Hexi. Magnus se dio cuenta, para su sorpresa, que la mayoría eran trabajadores de la empacadora premium.

Aquel lugar debía costar una fortuna y esos chicos parecían bastante resignados a su situación. Magnus suspiró, buscando hasta que encontró lo que estaba buscando, era Venus, que lloraba desconsolado mientras los chicos de alrededor intentaban consolarlo, pero sin poder comunicarse con él.

—No te preocupes cariño, mira cuántos somos y lo viejo que es, no te llamará más de una vez al mes —dijo uno de ellos.

—Se que puede ser difícil al principio, lo fue para todos nosotros, pero si sigues así sólo vas a ser más miserable de lo que ya eres —insistió una chica, que se asomaba de entre sus barrotes.

"Estoy casado, tengo a mi marido, no puede llevarme" insistía Venus, aunque nadie podía entenderlo.

Magnus frunció el ceño y se colgó de la jaula, transformándose en un mono. Soltó un chillido, golpeando los barrotes de la jaula y llamando la atención de los guardias. Los chicos comenzaron a gritar sorprendidos, pero Venus dejó de llorar, lo miró sorprendido y curioso.

Los guardias del lugar se concentraron debajo de él.

—¿De donde salió ese animal?

—Apunten.

—¡Podríamos darle a alguien!

—¡Entonces traigan cuerdas!¡Lo inmovilizaremos y después nos encargaremos de él aquí abajo!¡Hay que proteger la mercancía!

Magnus se rio, su forma de mono era su favorita porque podía usar tanta magia como se le diera la gana. Con un chillido el suelo se levantó, rodeo a la multitud de guardias y los empujó hacia abajo, encerrándolos detrás de unos barrotes a la altura del suelo. Sorprendidos comenzaron a gritar, pero estaban atrapados. Magnus soltó un chillido parecido a una carcajada y bajó hasta el suelo, donde encendió todos los mecanismos para liberar a los prisioneros. Las jaulas bajaron al mismo tiempo y las puertas se abrieron de par en par. Magnus volvió a su forma humana y sonrió cuándo Venís corrió hasta él, rodeándolo en un abrazo.

"¡Fausto!" lo llamó por ese horrible nombre de perro. El sonrió.

—Tenemos que irnos rápido, el camino está despejando por ahora —explicó, para luego echar un vistazo a la gente alrededor, varios pares de ojos se centraron en él, entre asustados y confundidos. Una chica dio un paso al frente, Magnus la reconoció, era la que vio en los pasillos de la casa grande el primer día.

Una belleza caída en desgraciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora