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Cómo esperaba, Magnus no le dirigió la palabra al día siguiente, el orgullo de un noble era algo muy fácil de herir y al parecer el del heredero era especialmente frágil

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Cómo esperaba, Magnus no le dirigió la palabra al día siguiente, el orgullo de un noble era algo muy fácil de herir y al parecer el del heredero era especialmente frágil. Le daba igual, de hecho, incluso sintió un poco de satisfacción cuando se encontró con el hombre en la playa y este le dio su equipaje, comenzando a andar por delante, tratándolo como si él fuera una mula de carga. Magnus subió al bote y se sentó en el último asiento, Cecil llevó el maletín que le había encargado y subió detrás de él con más cuidado. Tuvo que admitir que admiraba un poco cómo mantuvo esa postura arrogante y andar exagerado incluso cuando estaba en una superficie que se movía a la menor provocación.

Cuando Cecil subió, el dueño del bote le ayudó tomándole de la mano, sonriendo con gesto divertido.

"Lo siento por ti, te toca aguantar a ese hombre sin modales" por alguna razón los pops parecían cándidos, cómo estuviera soltando un halago hacia ambos. Cecil resopló, acomodándose en el primer tablón.

"Si alguien se atreve a decir que no amo a la isla entonces debería intentar ser un guía para este hombre" respondió, acomodándose en su lugar, mientras el barquero empujaba su bote con magia.

El hombre le dedicó una sonrisa de simpatía, mientras avanzaba a una velocidad constante. El silencio le trajo a Cecil algo de paz, pues estaba un poco desgastado por los acontecimientos recientes. Suspirando echó un vistazo a la Isla del sol, que estaba irguiéndose imponente ante ellos. Siempre había sentido curiosidad por ese lugar, pero nunca tuvo el valor para acercarse.

"Da miedo ¿Cierto?" preguntó el barquero, que seguramente notó su interés.

"Inspira respeto" respondió Cecil, ladeado el rostro, el volcán y la casita abandonada le generaban una extraña congoja "Es tan silencioso que asusta, pareciera que incluso el volcán se niega a despertar"

El barquero le miró con curiosidad, parecía a punto de decir algo más, cuando la barca se tambaleó, consiguiendo que los tres se afirmaran en sus lugares. Cecil abrió los ojos de par en par cuando observó una mano agarrándose de la baranda. El barquero se detuvo, sorprendido, mientras una mata de pelo rosa se asomaba, intentando encaramarse en la barca.

"¿Qué es eso?" preguntó Cecil, sin entender lo que estaba pasando.

Magnus sonrió, apresurándose hacia la orilla y alargando los brazos, ayudando a la persona a subir. Una hermosa cola que brillaba un tono carmesí golpeó el suelo de madera, dejando ver a un precioso tritón de piel blanca, con algunas escamas doradas y apariencia juvenil.

—Así que viniste a despedirme —Magnus le habló cómo si fuera un cachorrito, levantándolo en un abrazo, el tritón sonrió, dándole un beso en los labios de forma despreocupada. Cecil se quedó sin aliento.

Eso era, un tritón, ese era el amante que esperaba en la cava, fue con quien Magnus desapareció durante tres días. Por suerte tenía práctica controlando sus expresiones, porque tenía muchas ganas de fruncir el ceño, el maldito cerdo corrió a enredarse con un tritón apenas supo de su existencia. Tenía razón al pensar que los sentimientos de un hombre rico no valían para nada.

Una belleza caída en desgraciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora