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Jude había arreglado todo con el orfanato y Cecil observó cómo se llevó a ese niño pequeño a trabajar a su casa

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Jude había arreglado todo con el orfanato y Cecil observó cómo se llevó a ese niño pequeño a trabajar a su casa. En la isla los doce años era más o menos la edad en que los niños comenzaba a ayudar en el campo, así que no le pareció raro. Con curiosidad observó todo el proceso de introducción de aquella criatura a su nuevo lugar de trabajo. Se habían llevado sus pocas pertenencias a la mansión y parecía embelesado cuando le enseñaron la casa del servicio que se encontraba en el patio interior de los terrenos de Brummell.

Aquel sitio era increíble en comparación con las barrancas de los Baker. La casa era enorme, casi del mismo tamaño que la casa principal, aunque las habitaciones eran más pequeñas, todas iguales. La del niño tenía apenas lo básico, pero era hermosa, tenía una cama grande y muy bonita, un clóset, una mesa, una silla y una estantería vacía. La ventana era grande, tenía mucha luz, una alfombra mullida y papel tapiz color crema en las paredes.

—Este lugar estaba clausurado hace poco, pero los chicos quisieron mudarse porque querían su propio espacio —explicó de la nada—. Hace apenas una semana todos vivían en la casa principal —parecía estarse excusando ante Cecil, lo cual le pareció ridículo porque el lugar era tan bonito que no encontraba nada malo en ello.

Jude sacó una llave del bolsillo, tenía un listón largo y se lo colgó al niño en el cuello.

—Ten, no lo pierdas.

—¿Qué es esto? —el pequeño observó la llave cómo si fuera un artefacto desconocido.

—Es la llave de tu habitación —explicó. Al niño le brillaron los ojos.

—Nunca había tenido una llave —explicó sorprendido. Cecil sintió que se estrujaba el corazón, pero Jude seguía siendo frío como una roca.

Luego de eso Jude lo presentó al resto del servicio y fue Rosemary quien prometió hacerse cargo de él. Octavia le dijo que ella le haría la colada cuando fuera necesario junto con la del resto de los trabajadores y le explicaron los horarios para comer.

Finalmente le hablaron sobre su trabajo, el cual era básicamente ser un pequeño ayudante para Rosemary.

—Vas a ser mi aprendiz por un tiempo y luego me ayudarás a asistir a nuestros jefes —le explicó cómo si fuera una tarea exhaustiva.

Cecil fue testigo de todo lo que hacía Rosemary, quien lo había peinado, vestido y ayudado a asear antes de marcharse. No era un trabajo pesado para un niño y le dio la impresión de que Rosemary no era el tipo de persona que le dejaba sus obligaciones a alguien más, por lo que seguramente el pequeño no tendría tanto que hacer en aquella casa.

Enseguida se sintió aliviado por él.

Cecil sonrió al presenciar el primer encuentro entre el niño y Aster. Este último veía a la criatura cómo si fuera magia de los dioses, había una ilusión contenida en su rostro, parecía que tenía ganas de tomarlo en brazos y darle vueltas en el aire.

Una belleza caída en desgraciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora