2

197 37 4
                                    

Las fábricas de tinta parecían en buen estado, se encontraban en un edificio de madera enorme en donde filas de trabajadoras usaban su magia para procesar el carbón y armar tabletas de tinta que posteriormente serían empaquetadas y enviadas a la c...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Las fábricas de tinta parecían en buen estado, se encontraban en un edificio de madera enorme en donde filas de trabajadoras usaban su magia para procesar el carbón y armar tabletas de tinta que posteriormente serían empaquetadas y enviadas a la ciudad. Magnus observó el interior del lugar con cierta curiosidad. Los movimientos de los trabajadores eran mecánicos, pero no parecían cansados o heridos, en realidad el trabajo en las fábricas era hermoso de ver, el ambiente estaba fresco, los alrededores limpios, los trabajadores se movían cómodos en su piel. Sonrió, las advertencias de su hermano Aster parecían infundadas.

Entonces notó algo raro, en medio de todo el ajetreo, tan recto como una púa, se encontraba Cecil, vistiendo un impecable uniforme, sobre sus cabezas, flechas y símbolos aparecían como luces que soltaban destellos al desparecer. Magnus se dio cuenta enseguida que eran indicaciones. Cecil estaba coordinando los movimientos de todos con milimétrica precisión, utilizando símbolos con los que los trabajadores estaban obviamente familiarizados.

La fábrica estaba en silencio, lo único que se escuchaba eran los sonidos de las sandalias de madera y los utensilios que utilizaban para realizar sus tareas. Magnus ladeo el rostro, intrigado por este hecho.

—Las fábricas de tinta tienen un rendimiento excelente desde que Cecil tomó el mando —explicó Norman, dejando caer las palabras con cierta satisfacción mientras las pronunciaba—. No habríamos descubierto su talento de no ser por su matrimonio con mi hijo hace seis años.

Magnus ladeo el rostro, observando la acción con curiosidad.

—¿Entonces por qué hay tantas pérdidas? —preguntó, fiel a su naturaleza directa.

El hombre suspiró, manteniendo la sonrisa en el rostro, el gesto fue una manera de robar algunos segundos antes de dar una respuesta.

—Pasamos por unos años difíciles de sequías y tormentas, la gente de la isla se moría de hambre, así que no podían trabajar como es debido. Aún seguimos pagando las deudas de todos los gastos que se realizaron en la última década para mantener el lugar al flote —Jeffrey Baker se encogió de hombros, manteniendo su postura firme.

Magnus se quedó pensativo, aquel parecía un escenario viable, sin embargo, no estaba del todo convencido. Su padre había dejado demasiados años aquellas fábricas abandonadas, teniendo una cantidad considerable de patrimonio era imposible que a veces no se le escaparan algunas cosas, pero el abandono de las fábricas fue bastante deliberado. No sabía porqué la isla llevaba tanto tiempo sin supervisión y tampoco el repentino interés en recuperar el control del lugar.

—¿Porqué están todos tan callados? —murmuró, guardándose las preguntas más importantes. Magnus podría se muy transparente, pero eso no lo volvía un tonto, presionar demasiado a aquel hombre podría tener un resultado inconveniente. No quería que el hombre se pusiera demasiado alerta con él.

—Oh, es algo de la gente de la isla, por alguna razón ninguno de los nativos habla, es una cuestión de herencia —explicó con tranquilidad.

Magnus se inclinó con expresión interesada, efectivamente ninguno de los trabajadores estaba hablando, ni siquiera risas o gemidos, todos se comunicaban con aquellos chisporroteos de magia que señalaban el funcionamiento de las fábricas.

Una belleza caída en desgraciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora