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Durante toda la cena Cecil lo miró con ojos suplicantes, lo cual no habría sido malo si se encontraran en otras circunstancias

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Durante toda la cena Cecil lo miró con ojos suplicantes, lo cual no habría sido malo si se encontraran en otras circunstancias. Todos actuaban como si no pasara nada, pero la paz estaba rota, la situación los tenía alterados y Magnus era feliz por ello, no necesitaba que los Baker actuaran como si él fuera un invitado de baja categoría, parecía que se les había olvidado que él era quien heredaría las fábricas de tinta. Aunque Cassian se quedaría con el título, Magnus se encargaría de administrar la mayoría de los negocios pequeños. No iba a dejar que lo intimidaran.

Cuando la cena se terminó, Magnus se despidió dirigiéndose a su habitación, a sus espaldas escuchó el sonido de los pies de Cecil corriendo sobre el suelo de madera. El chico se metió en su camino, jadeando y observándole como si lo hiciera por primera vez.

"El bebé" dijo y un par de lágrimas se le escurrieron, sus grandes ojos brillaban como dos piedras preciosas ante las luces de la casa. Magnus se le quedó mirando, su carita era cómo la de un muñeco de porcelana con bonitos labios, nariz respingona y esa mirada que removió algo dentro de él "¿Dónde está el bebé?" sus hombros temblaban, estaba seguro de que apenas se había enterado de todo el asunto, porque no había manera de que lo supiera la noche anterior y no hubiese ido a buscarlo.

—Está bien, no te preocupes —Magnus pasó a su lado sin voltear a verlo y cerró la puerta de su habitación de golpe. Cecil tardó unos segundos antes de comenzar a tocar frenéticamente y al no hallar respuesta, abrió de todas formas, echando un vistazo dentro. No encontró a Magnus en ningún lado, porque este ya se había transformado en un pájaro y había echado a volar por la ventana.

Aunque se consideraba un hombre de bien, quizás era demasiada tentación estar en aquel cuarto, mientras Cecil lo miraba con ojos llorosos.

Esa noche Cecil fue a ver a Aquila, la semana había sido una mierda, con Magnus desaparecido y los rumores que se extendieron cuando volvió. De alguna manera todos estaba diciendo que el hombre pasó todo ese tiempo en su cabaña, que él era su amante secreto. No tenía idea de donde salió ese rumor, pero llegó después de que Leah tuvo uno de sus ataques, por lo que sólo tenía que sumar dos más dos. La mujer lo miraba con odio, humillada por la intervención de Magnus la noche anterior.

—Debí saber que estabas acostándote con él, una puta cómo tu no habría perdido la oportunidad —ella dejó caer el comentario antes de la cena y Cecil supo que estaba jodido, pronto se acabaría el mes y las cosas se pondrían feas en la casa, ese desconsiderado estaba haciendo un desastre sabiendo que se marcharía y dejaría todo atrás.

Sin embargo, lo que lo tenía histérico era el bebé ¿Dónde diablos escondió a su pequeño durazno? ¿Lo estaría alimentando bien? ¿Estaba jugando con él? ¿Lo estaba abrigando correctamente? Seguramente no sabía que el niño era muy sensible a la temperatura, se podía enfermar con facilidad.

Desesperado llegó a la casa de Aquila, donde tocó la puerta con desesperación, un ladrido lo hizo sobresaltarse, Fausto estaba parado a su lado, moviendo la cola alegremente y con un paquete en la boca. Su aparición lo confundió bastante, no lo escuchó llegar. Enseguida Aquila abrió la puerta, distrayéndolo. Cecil saltó sobre él, enterrando el rostro en el pecho de su amigo, quien se asomó afuera antes de dejar pasar a Fausto, quien se fue directamente a la cocina.

Una belleza caída en desgraciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora