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Esa segunda vez fue muy diferente a la primera, no hubo esa necesidad salvaje de poseerse el uno al otro, pero Cecil estaba aterrorizado cuando terminaron y Magnus se marchó, porque la forma en que compartieron la cama fue tan íntima, tan dulce, q...

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Esa segunda vez fue muy diferente a la primera, no hubo esa necesidad salvaje de poseerse el uno al otro, pero Cecil estaba aterrorizado cuando terminaron y Magnus se marchó, porque la forma en que compartieron la cama fue tan íntima, tan dulce, que se pudo ver a si mismo haciéndolo mil veces más, viviendo como un amante, deseando a alguien a quien no podía tener.

No durmió mucho esa noche, estaba exhausto y las pocas horas de descanso que tuvo las pasó revolviéndose inquieto en la cama, cuando se levantó, justo al amanecer, con los rayos del sol acariciando su rostro y las aves cantando en su ventana, descubrió un paquete sobre su buró. Era una caja de color vino, bastante grande, de madera tallada en detalles dorados. Era una pieza tan bonita que se dio cuenta enseguida que no le pertenecía. Tuvo que ser Magnus quien la puso ahí, seguramente antes de marcharse la noche anterior.

Avergonzado, dudó unos instantes antes de atreverse a abrirla, el broche de metal era muy suave, pero bastante seguro, dentro había varios frascos de cristal muy bonitos y en la parte de abajo un empaque con un logo. Por encima de todo saltaba a la vista una nota escrita a mano, Cecil la tomó, con el pulso acelerado.

"Para ti" nada más.

Revisando los frascos uno por uno se dio cuenta que se trataba de productos cosméticos de alta gama, era una crema para manos, otra para el rostro, loción corporal, un tratamiento para el cabello y algunos otros productos en pastillas para mejorar la apariencia de la piel y la salud física. Sorprendido olio la crema para manos, tenía un aroma frutal y se sentía suave y sedosa al tacto. Cecil reconoció la marca porque Leah tenía una igual, aunque en un empaque más pequeño. Recordaba haberla escuchado presumiendo a su dama de compañía sobre lo cara que era y también la vio colocársela con mucho cuidado, intentando no usar demasiado producto en cada aplicación.

De forma inconsciente se asomó por la ventana, no quería que nadie descubriera que tenía aquellos regalos, una vez que estuvo seguro de que estaba solo abrió el baúl que tenía debajo de su cama, donde guardaba algunos de sus objetos personales preciados y metió los frascos con sumo cuidado. En realidad, sabía que la mayoría estaban destinados a echarse a perder, porque no había forma de que los usara, arriesgándose a que Leah reconociera los olores y le culpara de robarle. Tampoco podía hablar sobre ello, ya había demasiados rumores como para permitirse que el mundo supiera que Magnus Winchester le había hecho semejante obsequio. Aun así, se sintió cálido y querido.

Había terminado de guardar todo, cuando revisó la bolsa que estaba al fondo del empaque y encontró varios metros de una tela color burdeos preciosa, tan suave, tan fresca, que seguramente sería ideal para una túnica nueva. Cecil acarició su rostro con la tela, era tan fina que incluso olía a flores.

Suspiró, otra cosa que se quedaría enterrada para siempre entre sus recuerdos. Estaba guardando la tela cuando se cayó otra nota que estaba oculta en la misma. Sorprendido se dio cuenta que no era la letra de Magnus la que estaba plasmada en el papel.

Una belleza caída en desgraciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora