(LGBT+) Lo único que Magnus espera de su viaje a la isla Tortuga es demostrar que es un hijo digno y volver con la cabeza en alto. No hay muchas cosas que le preocupen, después de todo ¿Que puede ofrecerle ese trozo de tierra lleno de trabajadores a...
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Cecil se encontró a Magnus en la bifurcación, observando con interés el sendero que llevaba a su choza. Estaba usando ropa limpia y cargaba una lámpara de gas, su pálida figura tenía un toque misterioso que le daba una apariencia fuera de este mundo. Al principio se sorprendió al verle, pensó que quizás se estaba imaginando su presencia, enseguida las mejillas se le pusieron rojas al recordar las palabras de su suegro.
No había forma de que coqueteara con ese hombre y prefería que lo colgaran antes de dejar que lo atraparan en medio de la noche cerca del joven heredero.
"¿Qué está haciendo aquí?" preguntó, apretando el puño sobre el aza de su propia lámpara. La situación lo puso rápidamente nervioso, por lo que las letras se desdibujaron en un brillo neón. Tenía un pie listo para salir corriendo y se aseguró de mantener su distancia.
Magnus se giró hacia él, momentáneamente sorprendido por su aparición, sin embargo, luego señaló la carretera.
—Me preguntaba hacia donde lleva —dijo, sus ojos estaban clavados en la negrura de la noche, como si estuviera considerando ir y averiguarlo el mismo. Cecil sintió que el sudor le recorría la espalda, nervioso ante aquella situación tan inconveniente.
"Hacia mi choza" espetó sintiendo un regusto amargo al confesar aquella información. Después de casarse lo echaron de la casa principal, ahora vivía aislado de su familia política y de la gente del pueblo.
—¿De verdad? —Magnus le dirigió una mirada crítica, como si no le creyera del todo—. ¿No me estás mintiendo? —agregó, adoptando una pose engreída.
Cecil puso los ojos en blanco.
"En lo absoluto ¿Porqué te mentiría sobre vivir en el culo de la isla?" estaba un poco enojado ante la postura de Magnus, pero sobre todo estaba tenso. Su casa estaba cerca de los almacenes de comida de los Baker, por lo que casi siempre se encontraba con algunas personas merodeando el lugar.
Magnus levantó una ceja, tomando su expresión agria como una conciencia culpable.
—Iré a revisar —dijo, caminando con ese ímpetu que lo caracterizaba. Su figura se adelantó rápidamente, dejando a Cecil momentáneamente anonadado. Este se puso pálido.
"¡Detente! ¿Para que quieres ir?" lo llamó, Magnus no le hizo caso, atravesó sus palabras sin miramientos. Cecil sintió cómo su cuerpo se entumecía por el estrés, las piernas comenzaron a hormiguearle.
—¿Por qué no lo haría? ¿Qué me detiene? —el tono de Magnus fue burlón, haciendo alarde de esa arrogancia que tenía al andar.
"Esta es propiedad privada, no deberías andar por ahí sin permiso" insistió, sus pies se movían tan rápido como podía, dando pequeños saltos para poder alcanzarlo. De repente Magnus se detuvo, Cecil chocó contra su espalda y retrocedió para recuperar el equilibrio.