Capítulo 18. ¿Quién tiene el control?

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− Debimos hacerlo en mi nueva mansión, ¿cómo explicaremos a Adrián su sabana manchada de sangre?

− ¿Él no sabe que eres virgen?

− Claro que no, ¿por qué se lo diría?

− Son amigos.

− Pero mafiosos, tal vez no a todas las hijas de mafiosos nos venden, pero por decisión propia casi siempre perdemos la virginidad antes de los 16, solo que yo no pude hacer eso...

− ¿No pudiste o no quisiste?

− No pude, tuve un novio cuando tenía 15 años, lo había conocido desde niña, su nombre era Alonzo, llevábamos un año saliendo, fuimos a un bar, no sabía que las personas que lo dirigían eran enemigos, esa noche él había reservado una habitación, iríamos saliendo del bar, sin embargo, se desato una balacera, yo era el objetivo, él evito que la bala me diera y murió en el acto, vi morir a la única persona que había amado sin ser de mi familia frente a mis ojos y había prometido no volverme a enamorar, pero hay promesas que no pueden cumplirse.

− Vaya, pues igual podemos decirle a Adrián que me rompí la nariz.

− Eso no servirá. – digo riendo.

− ¿Por qué no?

− Porque no tienes la nariz rota. – se dispone a decir algo, pero lo interrumpo. – no planeo rompértela.

− ¿Y si hago que me la rompas?

− ¿Ah sí? ¿Y cómo harás eso?

Se acerca a mí y empieza a besarme, me empuja a la cama, toma mi cadera jalándome al borde de la cama y entra en mi penetrándome fuertemente, lleva sus manos a mis pechos y los aprieta jugando con ellos con fiereza, empieza a salir y entrar en mi interior rápidamente causando que gima, debo admitir que esto no se siente mal, pero prefiero tener yo el control.

− No te va a servir esto.

Con mis piernas lo jalo hacia mí casi tirándolo en la cama, me doy la vuelta haciendo que vuelva a quedar el debajo, le ato las manos con su cinturón, le doy jalones a su cabello mientras subo y bajo por la longitud de su erección, le beso el torso, doy una cuantas mordidas en especial a sus labios, no me freno subo la intensidad y acallo sus gemidos con mi boca, callando también los míos, araño su torso un poco y puedo sentir como se excita más cuando su pene aumenta de tamaño en mi interior, lo tomo del cuello moviéndome más fuerte y rápido.

− Rosella. – mi nombre suena como un gemido de placer, es un sonido tan delicioso saliendo de sus labios.

Me muevo más rápido y puedo sentir su leche derramándose dentro de mí, me vengo enseguida y caigo sobre él, le beso los labios mientras lo desato, acabo de quitarme de encima cuando oigo que alguien intenta abrir la puerta, volteamos a vernos y decidimos que es mejor vestirnos, considerando que igual tendremos que irnos pronto, sin embargo, cuando intento levantarme me doy cuenta de que no puedo caminar bien.

− ¡Joder!

− ¿Estás bien?

− No puedo caminar.

− Yo te cargo.

Me toma de la espalda y empieza a acomodarme para cargarme estilo princesa cuando la puerta por fin se abre, Christine y Adrián están del otro lado.

− Pensaba que ya se habían ido. – dice Christine.

− Pues no, mi novio al parecer me ha dejado paralitica por un rato, y como sigo así me cargara hasta el coche.

− Pueden quedarse si quieren.

− No podemos amigo, las hermanas de Rosella nos están esperando en mi casa.

Lady Euro MafiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora