Capítulo 3: Falsas sensaciones.

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No podía soportarlo. Cerraba sus ojos e intentaba no llorar. ¿Por qué tenían que subir en un ascensor? Adela no lo comprendía. No sabía como los Tugnins no tenían esa sensación de que el aire no era presente en el interior o que en cualquier momento todo se iba a paralizar.

Intentaba mantenerse valiente. Agarraba la mano de Miver, pero no surgía el efecto de paz, menos cuando abría sus ojos y miraba a Sulfuro. Sentía que la estaba observando de reojo.

«Me ha quedado claro, no miraré sitios que no debo. Lo siento —pensó, tragando saliva y cerrando de nuevo sus ojos—, pero que termine esto ya...»

No sabía bien cuanto tiempo tardaba un ascensor en subir. Quería pensar que eran pocos segundos como le decía su tío, pero para ella era una eternidad. La presión en su pecho apareció, y cuando abrió sus ojos e iba a gritar, vio como todo su alrededor cambiaba.

Se veía tumbada en una cómoda cama llena de almohadas y peluches. Los agarraba con fuerza, sintiendo la textura suave junto a las cálidas sábanas que tenía en su cuerpo. Sonreía aliviada, más cuando escuchó los pasos de su madre para sentarse a su lado.

—¿Estás bien, Adelita? —preguntó Isa con dulzura.

Adela afirmó, recibiendo un beso en su frente que la hizo cerrar sus ojos, sentir un gran alivio y respirar con calma. Su cama era como flotar en medio de las nubes, unas que jamás quería alejarse.

—Adela, hemos llegado. Despierta —murmuró Miver a su oído derecho.

Por desgracia, eso que había visto era un sueño, uno que había logrado calmar su pánico a los sitios cerrados. Abrió sus ojos desconcertada, mirando a un lado a otro para parpadear sus ojos.

—Ah... Lo siento —susurró avergonzada.

—No sabía que tenías claustrofobia —comentó Miver en un murmullo, caminando a su lado dentro de la cafetería.

—Desde pequeña lo tuve. Intenté hacerlo frente de todas las formas, pero no es fácil —admitió, para luego rascar su cabeza—, aunque ahora vi algo que... es una curiosa forma de afrontarlo.

Miver sonrió y miró de reojo a Sulfuro. Ahí dentro no estaba solo él, sino varios científicos que podía reconocer. Adela prestó atención, encontrándose con una mujer bajita y regordeta. Su sonrisa amable junto aquellos ojos marrones aparentaban alguien fuerte y divertida. El segundo era un hombre muy delgado y alto de ojos muy cansados. Bostezaba sin parar y saludaba a su jefe con poca emoción.

—¿Y esa pequeña tan adorable? —preguntó la mujer hacia Miver—. ¿Es tu hija?

—Ya te gustaría, Cuprita —respondió con una risa suave—. No, es la sobrina de Coltán, estoy haciendo de niñera mientras trabaja.

—Ay, pero que adorable es Coltán, siempre preocupándose por los suyos de una manera —expresó Cuprita con alegría, acercándose un poco a Adela—. Mi nombre es Cuprita, soy una de las mejores amigas de Coltán.

Adela se quedó en silencio al reconocerla. Su tío no le había hablado maravillas de ella.

—Es un poco tímida —intervino Miver con sutileza.

—Muy tímida no es cuando fue corriendo hacia la sala de información —recordó Sulfuro, mirando de reojo a Miver—. Menos mal que la detuve a tiempo, capaz me desorganizaba todo.

Adela frunció el ceño.

—Yo había visto...

—¡Bueno pequeña! Me alegra que estés por aquí —interrumpió Cuprita con una sonrisa grande. Giró su cuerpo para que viera la gran cafetería que tenían enfrente—. Puedes servirte con lo que quieras, me imagino que tendrás un poco de hambre, así que no tengas miedo en comer lo que te guste.

IV - Sub-Código Alternativo | Alternative World [G.O]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora