Mi sol y libertad [Rhaenyra Targaryen]

Verdades a medias

Mientras Arianne reflexionaba sobre el futuro y la apariencia de su hijo, Rhaenyra también se sumía en sus pensamientos. Consideraba cómo sería su hijo: ¿tendría el cabello castaño de su madre, o quizás heredaría sus ojos color chocolate y la tez bronceada de Dorne? O, en cambio, ¿sería como ella, con su piel pálida, ojos violeta y cabello blanco?

En su interior, deseaba que el bebé se pareciera más a ella. Sería un giro irónico que el heredero de Dorne llevara el apellido Martell, pero poseyera la apariencia distintiva de los Targaryen. Esta peculiaridad sería como una victoria que honraría a sus antepasados, quienes lucharon por unir los Siete Reinos. También sentía curiosidad por la reacción de su esposa ante la apariencia del heredero. ¿Se molestaría por no parecerse a ella? ¿O encontraría satisfacción en ello?

Rhaenyra había oído hablar de alfas que rechazaban a sus hijos por no parecerse a ellos, pero no quería que eso ocurriera en su familia. Las dudas la atormentaban y sentía incomodidad solo de pensar en que su hijo pudiera sufrir por cualquier causa, lo que la hacía querer huir y nunca volver. Sin embargo, comprendía que necesitaba las feromonas de Arianne para un embarazo saludable, tal como su madre le había explicado cuando era niña.

Durante los próximos nueve ciclos lunares, tendría que depender de la mujer a su lado, que a veces podía resultar desafiante. Pero lo peor era la preocupación sobre su propio destino. ¿Sería su final similar al de su madre? ¿Priorizaría su esposa su propia vida por encima de la de su hijo?

La voz de Arianne interrumpió sus pensamientos, diciendo que necesitaba hablar honestamente con Rhaenyra. Esta última respondió, sin saber sobre qué trataría exactamente la conversación.

"¿Sobre qué?" Preguntó Rhaenyra, curiosa y ansiosa por conocer el motivo de la conversación.

Arianne respondió con seriedad, "Sobre el bebé, sobre nosotros, sobre ti."

Rhaenyra se sentía reticente a mantener la conversación. No estaba segura de estar lista para abordar cualquier tema qie la mujer quisiera tocar. Sin embargo, Arianne parecía decidida a hablar, y su determinación no pasaba desapercibida.

Arianne colocó una mano con suavidad en el hombro de Rhaenyra y dijo con urgencia, "Rhaenyra, por favor, escúchame. Esto es importante. Necesitamos hablar sobre lo que vendrá y cómo nos afectará a ambas. No podemos evitarlo."

A pesar de su resistencia inicial, Rhaenyra finalmente cedió y miró a los ojos de su esposa. "Está bien. Habla, estoy escuchando."

Arianne Martell se encontraba en una situación difícil, una que le había mantenido despierta por noches enteras, sin encontrar una solución clara. Miraba a su esposa Rhaenyra, la hermosa Targaryen que compartía ahora su vida, con un nudo en el estómago. Estaba decidida a hablar con Rhaenyra, a contarle la verdad que llevaba atormentándola desde hacía mucho tiempo, pero la ansiedad y el miedo la tenían atrapada en un estado de parálisis emocional.

El ambiente estaba tenso y el silencio pesado. Arianne se sentía incómoda, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que llevaba tanto tiempo guardando en su interior.

Rhaenyra, por su parte, estaba recostada en la cama, acariciando su vientre con ternura. La noticia de que estaban esperando un hijo había sido una sopresa completamente para ella, pero eso no impedia que sintiera que este bebé sería la mayor alegría de su vida, pero también había traído consigo una carga de preocupación. La futura llegada de su heredero representaba un reto para ellas.

Finalmente, Arianne decidió que no podía postergar más la conversación. Respiró profundamente y se acercó a Rhaenyra, tomando una de sus manos con suavidad. La miró a los ojos y trató de sonreír, aunque su expresión reflejaba su angustia interior. staba decidida a afrontar la verdad que la había atormentado durante mucho tiempo, pero sabía que el camino no sería fácil. La vida que había elegido por el bien de Dorne y su pueblo se interponía en sus deseos más profundos.