Confrontación

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El sol del mediodía bañaba los Jardines con una luz intensa. Sin embargo, para Arianne Martell, el resplandor habitual de su hogar no traía consuelo. Después de lo que las sacerdotisas le habían revelado, su mente estaba en caos. Las palabras retumbaban en su cabeza: "Tu padre lo sabía". Su padre, Davos, había conocido la verdad todo el tiempo y había sido cómplice en sellar su verdadero ser.

Arianne caminaba con paso decidido, su mente presa de una tormenta de emociones. Rhaenyra la había intentado consolar, pero esta batalla era algo que debía librar sola. En sus manos sentía el poder latente de su estado alfa, un poder que había sido reprimido, negado, por la persona en quien más confiaba. Ahora, debía enfrentar esa verdad.

Davos Martell estaba en sus aposentos, revisando documentos de las últimas decisiones políticas que había tomado Dorne. La brisa suave movía las cortinas, llenando la estancia con el olor del mar y la arena. Arianne irrumpió en la habitación sin anunciarse, su mirada dura y desafiante. Su padre alzó la vista, sorprendido por su entrada abrupta.

"Arianne, hija mía". saludó con un tono tranquilo, aunque en sus ojos brillaba una leve incomodidad "¿Sucede algo?, ¿Ha pasado algo con la princesa?"

Arianne no respondió de inmediato. Cerró la puerta detrás de ella con un golpe sordo y se acercó con pasos firmes. Su corazón latía con fuerza, pero su rostro estaba marcado por una máscara de control. Era el momento.

"No, Rhaenyra y mi hijo están completamente bien. Estoy aquí porque se la verdad." respondió con frialdad, su voz temblando de rabia contenida.

Davos frunció el ceño y dejó de lado los documentos, tomando una postura más erguida en su silla. La tensión en el aire era palpable, como una cuerda a punto de romperse.

"¿Qué quieres decir hija?" Preguntó, aunque en sus ojos había una sombra de inquietud. Sabía que la verdad no podía permanecer oculta para siempre.

Arianne avanzó hasta quedar frente a él, sus ojos ardiendo con furia. Las palabras brotaron de sus labios con un tono afilado como una daga.

"Las sacerdotisas me lo dijeron, padre. Me contaron lo que hiciste. Que fuiste tú quien selló mi estado alfa. Todo este tiempo, he vivido con una parte de mí misma encerrada, sin saber por qué. ¡Y tú lo sabías!" sus manos temblaban, aunque intentaba controlarse. "¡Tú permitiste que eso me sucediera!, dejaste que jugarán conmigo como si no fuese nada para ti".

El silencio que siguió fue sofocante. Davos la miró, su rostro serio, y soltó un suspiro. Se levantó de su silla, enfrentando a su hija con una expresión que combinaba cansancio y resignación.

"Lo hice para protegerte" dijo finalmente, su voz baja, como si las palabras pesaran en su boca. "Y para proteger a Dorne."

"¡Protegerme! Claro, porque siempre has estado para protegerme" exclamó Arianne, dando un paso adelante, acercándose peligrosamente. "¿Protegerme de qué? ¿De mi propio poder? ¿De quién soy? ¿O te protegías a ti mismo, al gran príncipe Maron y su querido heredero?" su voz se quebró al mencionar a su hermano. "¿Cómo pudiste hacerme esto y no decirme nada?, ¿Acaso siempre seré menos que ellos para ti?"

Davos tensó los labios. Sabía que la verdad no sería fácil de aceptar para Arianne, pero no esperaba que el momento de revelarla fuera tan devastador. Sin embargo, su resolución no cambió.

"Tu estado alfa, Arianne, es más fuerte que el de muchos. Más poderoso, más impredecible. Desde niña, mostraste señales de que te costaría controlarlo. No podíamos arriesgarnos a que ese poder se desbordara y pusiera en peligro no solo tu vida, sino la estabilidad de todo Dorne, porque las casas principales te buscarían para ser la heredera de Maron. Sabes tan bien como yo que en este reino, el equilibrio es frágil. Un descontrol tuyo hubiera significado una guerra entre las casas."

Mi sol y libertad [Rhaenyra Targaryen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora