Mi sol y libertad [Rhaenyra Targaryen]

Despedidas

Rhaenyra se sentía desconsolada, pues este sería el último día que estaría en Desembarco del Rey. Los recuerdos de su infancia y los momentos compartidos con su familia revoloteaban en su mente mientras paseaba por los jardines del castillo. Cada rincón, cada sala, resonaba con la historia de los Targaryen, una historia que ahora ella también estaba escribiendo.

El sol se levantaba lentamente en el horizonte, pintando el cielo con tonos dorados y rojizos. Rhaenyra se detuvo junto a una ventana, observando la ciudad que había sido su hogar. Un nudo se formaba en su garganta al pensar en los desafíos que le esperaban en Dorne y en la incertidumbre que rodeaba su matrimonio con Arianne.

Viserys se acercó a su hija, notando la melancolía en sus ojos violetas. "Hija mía, este viaje marca el comienzo de un nuevo capítulo en tu vida. No es un adiós, sino un hasta pronto. Dorne te espera con desafíos, pero estoy seguro de que los enfrentarás con la misma valentía que mostraste aquí."

Rhaenyra asintió, pero la tristeza aún se reflejaba en su expresión. "Lo sé, padre, pero me pesa dejar todo esto atrás. Este castillo ha sido nuestra casa, desde que era pequeña y cada rincón está impregnado de nuestra historia."

Viserys puso una mano reconfortante en el hombro de Rhaenyra. "Este castillo siempre será tu hogar, sin importar dónde te lleve la vida. Los lazos de la sangre y la historia no se rompen fácilmente. Además, llevarás contigo el espíritu de los Targaryen a donde vayas."

Rhaenyra sonrió débilmente, agradecida por las palabras de su padre.

Viserys al observar la mirada perdida de su hija sintió unas inmensas ganas de abrazarla y no dejarla ir, pues en esos momentos la recordó como esa pequeña que jugaba en sus piernas con una gran sonrisa y sintió que el aire en la sala se volvía más denso con cada momento que se volvía más real la despedida.

"Rhaenyra, sé que este viaje no será fácil para ti", dijo Viserys con tono grave, sus ojos violetas reflejando la preocupación. "Dorne es un lugar distinto, lleno de sus propias complejidades."

Rhaenyra, vestida con la elegancia característica de los Targaryen, asintió con solemnidad. "Comprendo mi deber, padre. Dorne espera y no puedo ignorar la necesidad que debe tener Arianne para regresar a gobernar, de igual forma el que nuestro hijo nazca allá nos ayudará a establecer alianzas para la corona más fuertes."

Viserys la tomó del brazo con suavidad. Sintiendo que la última parte de su amada Aemma estaría lejos de él "Recuerda quién eres, Rhaenyra. La sangre del dragón corre espesa por tus venas. Que tu estancia en Dorne fortalezca tu posición como consorte y traiga prosperidad al reino."

Rhaenyra miró a su padre con determinación, la chispa de la rebeldía reflejada en sus ojos violetas. "Lo recordaré, padre. Pero también espero que no olvides que mi deber va más allá de ser solo una consorte."

Viserys asintió, reconociendo la valentía inherente de su hija. "Eres más que una consorte, Rhaenyra. Eres una Targaryen, la jinete de dragón más joven de nuestra historia y confío en que harás honor a nuestra casa."

Rhaenyra sonrió, agradecida por las palabras de su padre. "Mis acciones hablarán por mí, padre. Haré todo lo necesario para asegurar mi futuro, el de mi hijo y por supuesto el de nuestra dinastía."

Viserys puso una mano con ternura sobre el vientre de Rhaenyra, donde yacía el primer cachorro de su amada hija. "Aemma estaría orgullosa de la mujer fuerte y valiente que te has convertido, Rhaenyra. Has heredado su nobleza y su determinación. Estoy seguro que estaría feliz de ver como formas tu propia familia y que la sangre fruto de nuestro amor, ahora fluye con fuerza en la próxima generación."

La princesa sonrió tristemente, acariciando con suavidad el dorso de la mano de su padre sobre su vientre. "Gracias, padre. Sus palabras significan mucho para mí. Aunque lamento que no esté aquí con nosotros para que esté conmigo en estos momentos..."