Desayuno

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Al despertar Rhaenyra se sentía más tranquila después de estar en los brazos de su esposa aunque no lo admitiría jamás.

Dió la vuelta y pudo apreciar de cerca a su esposa quien tiene un rostro tranquilo y sereno sintiendo así que la paz le embargaba. Su respiración era tan suave que parecía una melodía reconfortante. Los destellos de la luz del sol acariciaban su piel, resaltando su belleza natural, por lo que no pudo evitar sonreír. Sus pómulos estaban suavemente esculpidos capturando la luz de manera exquisita, resaltando la suavidad de su piel besada por el sol. Sus labios, en forma de corazón se encontraban ligeramente entreabiertos. Sus ojos cerrados revelan unas largas pestañas que descansan sobre sus mejillas con gracia.

Su cabello se entendía sobre la almohada como un río de seda oscura, enmarcando su rostro con un halo de misterio y elegancia. Algunos mechones sueltos acarician delicadamente su frente, como si quisieran protegerla incluso en sus sueños más profundos. Cada hebra aunque era oscura parecía brillar con su propio resplandor, era una imagen de serenidad y belleza, por lo que pronto se encontró deseando que nadie más que ella pudiese ver a la mujer de esta manera.

Desde la noche anterior se encontró pensando en tomar a la mujer ante ella como suya, pero tenía miedo realmente no conocía a Arianne Martell lo suficiente para entregar todo de ella. Antes ya lo había hecho y termino herida y quemada por su propia imprudencia.

Si era honesta desde que se casó su corazón latía con fuerza cada que estaba en presencia de su esposa, ahora la situación se estaba volviendo peor pues sabía que dentro de poco se encontraría luchando con el deseo ardiente de dejarse amar y el miedo paralizante de volver a caer. Aunque su esposa estaba tan cerca, un futuro con ella parecía distante.

Las dudas siempre agolpaban su mente, cuestionando si realmente estaba preparada para abrir su corazón una vez más, para volver a confiar lo suficiente para entregarse por completo.

Con cada momento juntas sentía que la tentación de entregarse a sus brazos y perderse en su calor aumentaban. Pero la prudencia le susurra al oído, recordándole las lecciones aprendidas a base de dolor.

El miedo se aferraba a su corazón, susurrándole palabras de castigo. Se sentia como si estuviera en lo más alto, jugando a caer sintiendo la posibilidad de la felicidad, pero la creencia de que no era merecedora a ella estaba arraigada a su ser.

"¿Por qué estás tan pensativa?" Escucho a una ronca voz sacarla de sus pensamientos.

"No es nada, simplemente tengo algo de hambre". Comento la Targaryen.

"Eso puede arreglarse con esto". Parándose de la cama y colocándose una bata para abrigarse abrió la puerta y dijo "Traiganme comida, fruta fresca y agua con miel".

"Por supuesto su alteza". Murmuró el joven que se encontraba en la puerta.

Al entrar se sentó nuevamente en la cama a un lado de Rhaenyra "Creo que no alcanzamos a terminar nuestra conversación".

Aquello puso alerta a la peliblanca pues no esperaba que esas palabras fuesen de las primeras que escucharía luego de que su esposa se levantará.

"¿De qué tenemos que hablar?" Cuestionó tratando de no mostrar la incomodidad que sentía por aquellas palabras.

"No deseo que te alteres, pero necesito que comprendas que puede existir una guerra en el Dominio que necesite de mi presencia". Dijo de manera firme "Si la situación con los Tyrell continúa tensa pronto no habrá otra solución que no sea la guerra".

Al no esperar esas palabras, lo escuchado fue bastante preocupante para Rhaenyra pues escuchar esas palabras le produjo de inmediato un dolor sordo en el pecho.

Mi sol y libertad [Rhaenyra Targaryen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora