Nacimientos

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El sol de la tarde arrojaba una luz dorada sobre los aposentos de las regentes de Dorne, llenando la habitación con una calidez suave que acompañaba a la pareja. Rhaenyra y Arianne estaban juntas en la cama, con los cuerpos entrelazados en un abrazo tranquilo. El aire, perfumado por las flores que rodeaban el palacio, era fresco.

"Pronto estará aquí," murmuró Arianne, su voz serena pero cargada de emoción contenida. "Lo tendré aquí en mis brazos, como a ti."

Rhaenyra sonrió, aunque la fatiga y la tensión empezaban a hacerse más evidentes en su rostro. "Pronto," repitió, aunque algo en su expresión mostraba incomodidad. Un sentimiento extraño le recorrió el cuerpo y se tensó momentáneamente.

Arianne lo sintió, lo que hizo que la mirará con preocupación. "¿Estás bien?"

Rhaenyra suspiró, cerrando los ojos mientras sentía las suaves caricias de Arianne. "Estoy ansiosa, feliz... y asustada," admitió con una sonrisa débil. "No pensé que llegaría este momento, pero aquí estoy, a punto de traer un pequeño al mundo"

Arianne sonrió, inclinándose para besar la cabeza de Rhaenyra. "Serás una madre increíble, lo sé. Y nuestros hijos serán fuertes, como su madre."

Rhaenyra soltó una risa suave, pero antes de que pudiera responder, una punzada de dolor recorrió su abdomen, interrumpiendo sus pensamientos. Su cuerpo se tensó por un breve instante, y Arianne lo notó de inmediato.

"¿Qué sucede?" preguntó Arianne, incorporándose para observar mejor a Rhaenyra.

Rhaenyra exhaló con esfuerzo, sintiendo cómo una segunda punzada la recorría. "Creo que... están comenzando," murmuró, con la respiración entrecortada.

Arianne se tensó, pero rápidamente llamó a las matronas para que acudieran a la habitación. Los preparativos se iniciaron con rapidez, mientras el cuerpo de Rhaenyra respondía a los primeros dolores del parto. Arianne no la dejó sola en ningún momento, sosteniéndola y murmurando palabras de aliento.

Sin embargo, a medida que el tiempo pasaba los dolores se intensificaban, Rhaenyra comenzó a sentir algo que no esperaba. El dolor era natural, pero el miedo... el miedo se enroscaba en su mente como una serpiente venenosa.

El sudor perlaba su frente, y los espasmos se volvían más violentos, más difíciles de soportar. De repente, Rhaenyra sintió que estaba perdiendo el control. Y con ese pensamiento, los recuerdos la golpearon con fuerza. La cama de parto, la sangre, el grito ahogado de su madre, la reina Aemma, mientras su vida se desvanecía trayendo un niño al mundo que no sobrevivió más de un día.

"Rhaenyra," susurró Arianne con preocupación al ver la expresión de su esposa cambiar. "Mírame, estoy aquí."

Pero Rhaenyra no podía concentrarse en las palabras de Arianne. Las imágenes de su madre muriendo en esa misma situación la llenaron de pánico. ¿Y si ella también moría aquí, en esta cama? Su respiración se volvió errática, y sus manos, antes firmes, comenzaron a temblar.

"No," murmuró Rhaenyra, los ojos llenándose de lágrimas. "Arianne, no... no quiero morir. No como ella..."

Arianne la observó, alarmada por el miedo en la voz de Rhaenyra. Se inclinó hacia ella, rodeándola con sus brazos. "Rhaenyra, escúchame. No vas a morir. Estás segura. Yo estoy aquí, y no te voy a dejar sola. Nunca."

Pero el miedo ya había arraigado profundamente en el corazón de Rhaenyra. El dolor del parto se mezclaba con la desesperación que la invadía. "Prométeme que no me dejarás," suplicó entre sollozos, aferrándose a las manos de Arianne como si fueran su única ancla. "No me dejes... no quiero estar sola..."

Mi sol y libertad [Rhaenyra Targaryen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora