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–¡HARRY!

–¡SUELTA LA MALDITA SARTÉN LOUIS!

Corrí con una botella de agua la cual tiré sobre la sartén pero el fuego se propagó por el aceite y la única reacción de Louis fue tirarla por la ventana.

–¡Mi cesped!

Salí completamente ofendido a seguir apagando el fuego, que se apago enseguida una vez en la tierra.

En efecto, estaba el césped quemado.

–Quemaste mi césped.

–¿Tu césped?

Pregunto el con voz burlona y yo suspire levantando la sartén, la carne que estaba en ella ya era pertenecía del suelo.

–Si, mi cesped. Lo cuido más que tu.

El asintió a su pesar.

–Otro día cocinaremos carne.

–Solo revisa que no se queme la tarta.

El asiente yendo a sacarla.

Esta había quedado Perfectamente deliciosa.

Pero la cocina era todo un desastre.

–Genial, vayamos a comer.

–¿A donde crees que vas? Hay que limpiar.

Su ceño se frunció.

–Deja que lo hagan los sirvientes.

–No, vamos a limpiar.

Iba a constraecirme pero terminó aceptando.

En efecto era igual de inútil para limpiar, lo más gracioso de esto es que le llamo servilleta al trapo y no quiso arrodillarse a limpiar el suelo.

🌙

Las matemáticas no eran tan difíciles.

Louis estaba explicándome hace dos horas con una pequeña pizarra en la biblioteca. Debía lamentablemente decir que hubiese deseado tener un maestro tan apuesto como el en mi adolescencia.

En su lugar no tuve ningún maestro, pero en la escuela todos eran viejos y gordos.

Se arremangaba la camisa para explicar y era gracioso como se concentraba de más.

–Tienes madera de profesor.

–¿Si? Quizá eso hubiera sido si no fuera rey.

Asentí.

Yo también quería ser maestro, conseguía darle clases a los niños pobres cada que podía.

–Tu que harías... digo si tuvieses mejor posición social.

Amaba esa pregunta.

–Abriría una escuela. Y mejoraría el hospital.

El asintió.

–¿Terminaste el ejercicio?

🌙

Me volví a acomodar en la silla de mi abuela favorita del pueblo.

Ella me sirvió la taza de té.

Louis no era tan insoportable estos días.

Después de saber el trasfondo de su desprecio a los plebeyos, que no era para nada su culpa, a lo mejor mi odio disminuyó un poco.

Pero sabía que eso estaba terriblemente mal, porque el me había hecho sufrir muchas cosas horribles solo porque quería.

–Solo porque el lo quiso así y casi me muero.

La anciana se sentó delante mío con otra taza de té.

–¿Porque el lo quiso? Harry, han colgado a gente por menos de todas las faltas de respeto que tuviste ante tu rey.

Abrí los ojos como platos.

–¡Kalena!

La omega levantó las manos.

–Harry, es la verdad. Le gritaste, lo golpeaste, lo insultaste y desafiaste miles de veces.

–El también lo hizo.

–Aunque para ti no haya diferencia entre las personas, en la vida real si las hay. El es nuestro rey y le debemos respeto. Si no te mataron hasta ahora es por pura cortesía.

Tome de mi té.

–Porque sobreviví.

–Y te premiaron por eso con asilo en un castillo. Si sobrevivías debían volver a matarte de todas formas.

–¿Estas diciéndome que el que está equivocado soy yo?

La mujer sonrió.

–No es eso, cariño. Su majestad cometió los errores que todos los reyes cometen. Aún así no era tu tarea tratar de acomodar esos errores, eso es tarea de su omega, en la mayoría de los casos ni siquiera ellos podían.

Sorbe de su té y yo me replanteo que por la cantidad de veces que lo había llamado por su nombre cualquiera pensaría que ya estábamos emparejados y teníamos diez hijos.

–¿Por que me preguntas estas cosas? ¿El Rey te gusta?

–¿El Rey? Por Dios, No.

–¿Y Louis?

La miré confundido.

–Son la misma persona.

–¿Lo son?

Me carcajeé, porque era obvio que estaba divagando. Iba a responderle vagamente otra vez que eran la misma persona.

¿Pero en realidad lo eran?

No me agrada el Rey que miraba a todos sobre el hombro, el que follaba con duquesas, el que usaba excéntricas prendas brillantes y coronas pesadas, que era violento y autoritario.

Me agradaba solo un poco el Louis que fruncía el ceño cuando se concentraba, el que se paraba descalzo por el castillo, el que se enfrentó a su padre por la gente como yo.

El que me compró unas galletas en navidad cuando tenía diez años...

No eran la misma persona.

Ni cerca.

Pincel rojo [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora