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Quería con todas mis fuerzas besar a Louis.

Estaba conteniendo a mi omega de ronronear cuando el besaba mi rostro o mi mano. Era casi imposible, no podría contenerlo por mucho tiempo.

¿Era tonto si practicaba con alguna fruta?

–¿Estas segura de que esto funciona?

Kalena asintió más que segura, era un durazno con un agujero casero en el medio.

–Solo bésalo.

–Me da vergüenza.

–Anda.

Lo acerqué a mi y vergonzosamente moví mis labios contra el durazno. Me aleje cuando me di cuenta de lo estupido que esto era.

–Ya, basta.

–Oh, Harry.

–Si el me quiere me va a querer besando como besé, ¿no es así?

–El te ama, aunque besaras como oruga le encantaría.

–No me ama, Kalena. Falta mucho para eso.

Ella de encaje de hombros y yo dejo el durazno sobre la mesa.

Mire por mi ventana viendo a Louis caminando lentamente por la calle.

Genial, venía a buscarme.

–Debo irme.

–Bésalo, Harry. Tu puedes.

Salí y el me recibió con un abrazo tan fuerte que me levanto del suelo.

–¿Que planes tiene para hoy, su majestad?

–Bueno, tengo algo que mostrarte.

🌙

Decir que su propuesta de cortejo fue sutil sería mentira. El literalmente armo un campo de jazmines e hizo galletas de miel a mano para mi. No tenía idea de lo bien que se sentiría corresponder a una propuesta de cortejo hasta que dije que si a uno por primera vez.

El Harry de diez años estaría bailando de alegria, el Harry de hace algunos meses no entendería para nada lo que está pasando.

Pero ahí estaba, devorando las galletas mientras paseaba por el campo de jazmines con Louis siguiéndome por detrás.

–Harry, estaba hablando con Sebastián, el me dijo que seria lo correcto hacer una reunión social, y que nos vean juntos.

Mentiría si dijera que no estaba de lo más disgustado pro tener que hablar con toda esa gente, pero es lo que venía en el paquete de ser el Omega de Louis, el maldito rey.

¿No podía interesarme un florista?

–Está bien, usare esos feos chalecos.

–Te vez hermoso con esos chalecos.

–Para ti me veo hermoso con todo, eres tan raro.

El me atrapa por la mano dándome la vuelta, sus manos cuando están en mi cintura se sienten de maravilla, más cuando besa mi frente, haciendo el mismo camino de besos a mi mejilla, no pude contener mi ronroneo.

–¡Santo Dios!

Me sonrojé cuando lo vi emocionado ante ese sonido.

–Adoro a tu omega, el no se hace el difícil.

–¿Si? ¿Te gusta más el que yo?

–Me gustas todo tu.

Con una mano llevaba las galletas y la otra subió a su cara, acunandola, sus ojos azules eran un océano peligroso en el que no me importaría quedar naufrago.

Pincel rojo [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora