Segundo año: Pociones, otra vez

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Ya se había escapado de Transformaciones, lo que significaría una detención por parte de McGonagall. Aunque su cabeza todavía era un desastre, Sirius sabía que probablemente no podría saltarse todas sus lecciones, así que de mala gana se dirigió a su siguiente clase.

Por suerte, era Historio de la Magia, lo que significaba que apenas tenía que prestar atención. En su mente, reprodujo las palabras de Remus una y otra vez, en bucle. No soy tan idiota, Black...

Sirius intentó ser razonable. Sabía muy bien que su amigo tenía tendencia a arremeter: era una de las cosas que tenían en común. Remus probablemente sólo estaba asustado, probablemente no lo decía en serio.

Excepto... excepto que Sirius recordó el rostro de su amigo cuando lo dijo, la leve mueca de desprecio en sus labios, la profunda ira en sus ojos. No se había sentido como algo sacado puramente del calor del momento; se había sentido como algo que se había estado construyendo, lentamente, durante mucho tiempo.

James seguía intentando pasarle notas a espaldas del profesor Binns, lo que no mejoraba el humor de Sirius. En lo que a él respectaba, su pelea con Remus fue enteramente culpa de Potter. Ignoró las notas deliberadamente y permaneció retraído e indiferente durante el almuerzo. Finalmente, James levantó las manos y dejó a Sirius enfurruñado, susurrando:

- ¡Sé que no te gusta, pero tenemos que hablar con él!

Sirius no estuvo de acuerdo, pero ya había dejado sus objeciones muy claras, sin ningún efecto. Además, ya le había advertido a Remus, y James estaba decidido a seguir su curso de acción.

Cuando las clases terminaron y los tres chicos regresaron a su habitación, Sirius se armó de valor. Lo que los demás no sabían era que él había tomado su propia decisión privada: no iba a permitir que Remus abandonara Hogwarts. Incluso si eso significaba amordazar a James hasta que pudiera darle algo de sentido común a la cabeza del otro chico, Sirius estaba firme en su convicción de que Lupin tenía que quedarse. Tuvo que quedarse el tiempo suficiente para que Sirius demostrara que estaba equivocado, para mostrarle que no era un caso de caridad (como si Sirius tuviera paciencia para eso), y que era un merodeador. Si todos sus amigos hubieran perdido la cabeza, Sirius simplemente tendría que obligarlos a entrar en razón. Eran todo lo que tenía, ahora que Reg... bueno. No importó.

James entró primero, seguido de cerca por Sirius. Peter lo siguió, retorciéndose las manos, tenso y nervioso. Remus estaba sentado en su baúl, pero se puso de pie cuando entraron, mirándolos como si estuviera listo para una pelea.

- Hola, Remus, - dijo James, con alegría forzada. Todos estaban de pie, uno frente al otro. Sirius mantuvo su rostro inexpresivo; la tensión era insoportable.

- Hola, - respondió Remus, cauteloso.

- ¿Cómo te sientes?

- Bien.

- Mira amigo, iré directo al grano, ¿vale? - James pasó sus dedos por su cabello, un tic nervioso que lo dejó aún más erizado. - Hemos notado... bueno, no podíamos no notar que estás mucho tiempo fuera, en la enfermería. Casi todos los meses.

Algo se endureció en el rostro de Remus, algo agudo y un poco mezquino. Por un momento, sus ojos brillaron peligrosamente. Sirius sintió un escalofrío recorrer su espalda.

- De acuerdo. - Su voz era hosca, las sílabas entrecortadas.

- Sí, - asintió James, ignorando el tono de Remus y continuando como si se tratara de una vieja charla, - todos los meses... alrededor de la luna llena.

Dejó que las palabras quedaran ahí suspendidas, aspirando el aire de la habitación. Remus dejó escapar un profundo suspiro.

- Sólo dilo, James.

All The Young Dudes (Sirius' version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora