Tercer año: Nuevos secretos

36 4 0
                                    

Miércoles, 12 de setiembre de 1973

Cuando Sirius descubrió que su amigo era un hombre lobo, esperaba un pequeño peligro. Esperaba guardar secretos y esperaba tener mucho que aprender. Había esperado notar cosas diferentes en Remus debido a su condición, como la forma en que su magia parecía a veces más fuerte o cómo podía comer como un hombre al borde de la inanición.

Lo que Sirius no esperaba era lo jodidamente molesto que sería su amigo una vez que se acercara la luna llena al máximo.

- ¡Uf, vuelve a la cama, Lupin! - Completó esta denuncia con un zapato, arrojado a la cabeza del infractor.

- ¡Lo siento! - Susurró Remus, y se escuchó el sonido de las cortinas cerrándose, tragándose la luz del sol que había asaltado los ojos de Sirius.

Eran las cinco de la mañana, demasiado temprano para que cualquier persona en su sano juicio estuviera despierta. Pero Remus siempre tenía más energía cuando se acercaba la luna llena. Aunque trató de ocultarlo, Sirius lo había notado; era más probable que estuviera despierto para dar paseos nocturnos por el castillo bajo la capa de invisibilidad, y nunca podía quedarse quieto en clase. Cuando los otros merodeadores se iban a la cama, Sirius veía la luz de la varita proveniente de detrás de las cortinas de Lupin, indicando que todavía estaba completamente despierto. Y luego había mañanas como ésta, en las que saltaba de la cama a horas intempestivas y despertaba a todos los demás abriendo las cortinas e inundando su dormitorio con la dura luz de la mañana.

Sirius escuchó el suave paso a través de la habitación, el revelador crujido de las bisagras de las puertas y los pasos que se alejaban por la escalera que indicaban que Remus se había ido. No tenía idea de qué podría estar haciendo el chico a las cinco de la maldita mañana, pero estaba demasiado cansado para importarle. Una vez restaurada la oscuridad, Sirius se giró sobre un capullo de suaves mantas y volvió a quedarse dormido...

***

Sus sueños eran mosaicos; pegajoso y sin sentido. El olor a pino, una puesta de sol impactante, el suave chirrido de algo deslizándose. En el sueño escuchaba, tratando de identificar de dónde venía, qué se acercaba a él. Giró en círculos, el pino se convirtió en arce y el cielo se oscureció. La luna estaba llena. Lo que fuera que venía hacia él se acercaba y, con esa extraña certeza que a veces se tiene en los sueños, supo que correr sería inútil. El bosque a su alrededor se movió imperceptiblemente; las hojas ensangrentadas se convirtieron en ramas desnudas; era invierno y había nieve bajo sus pies. No podía moverse.

La luz del sol atravesaba el cráneo y lo sacudía de regreso a su cuerpo. James había abierto las cortinas.

Silbó alegremente mientras Sirius gemía y se daba vuelta, empujando su cara contra la almohada para bloquear la luz. James a menudo se levantaba temprano para ir al campo de quidditch y practicar, y aunque no era tan temprano como a la hora intempestiva en la que Remus lo había despertado, todavía era demasiado pronto para levantarse.

Detrás de él, escuchó los movimientos silenciosos de Peter levantándose, bostezando mientras susurraba - Buenos días - a James.

- ¡Buenos días! - El otro chico respondió alegremente, sin hacer ningún esfuerzo por bajar la voz, y Sirius volvió a gemir en protesta. James resopló.

Se oyeron pasos; la puerta se abrió y se cerró, señalando la salida de James de la habitación.

Sirius respiró profundamente y trató de volver a dormirse, medio consciente de los movimientos ahogados de Peter. Él, al menos, hizo un esfuerzo por permanecer callado mientras recogía sus cosas y entraba al baño a ducharse.

All The Young Dudes (Sirius' version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora