Primer año: El expreso de Hogwarts

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Las partes de la perspectiva de Remus se encontrarán en letra cursiva y entre [...].


Eso no duró, por supuesto. Nunca lo hacía, con Walburga. En los años que siguieron, Sirius a veces se preguntaría si los buenos recuerdos habían sucedido realmente o si solo habían sido sueños, fantasías que él mismo se convenció de que eran reales para poder seguir adelante. ¿Realmente le había sonreído ese día? ¿Realmente había estado orgullosa? En los años venideros, el recuerdo se volvería más oscuro y más confuso, hasta que Sirius nunca pudo estar seguro de qué había sucedido realmente.

En la mañana en que partieron hacia el Expreso de Hogwarts, su madre definitivamente no estaba orgullosa. Sirius había pensado que podría estar en la cima tras el éxito de la ceremonia de entrega de varita, pasar tranquilamente las últimas semanas del verano y seguir su camino. Pero esto no iba a ser así.

Era solo que—Reg. Regulus. Se había vuelto más retraído cuanto más se acercaba septiembre, más distraído. Sirius había estado tratando de no pensar demasiado en eso, porque cada vez que lo hacía sentía como si un puño se cerrara sobre su corazón.

Siempre se habían tenido el uno al otro, los chicos Black. El uno al otro, y no mucho más. El problema era que Reg era dulce, siempre lo había sido, incluso cuando era un niño pequeño, a esa edad en la que se supone que los niños son malcriados y vuelven locos a todos los que los rodean. Había una dulzura en él que estaba demasiado cerca de la debilidad. Salvaba a los gusanos de ahogarse en la alcantarilla. Lloraba cuando Walburga gritaba, lo que solo la hacía gritar más. Sirius aprendió muy joven, y muy rápido, que nadie más iba a proteger a su hermanito. Tenía que ser él, o Reg no tendría a nadie en absoluto. Y además, una cosa era tener a su madre tras suyo, gritándole al oído, Sirius podía soportarlo. Pero si se fijaba en Reg, y Sirius observaba cómo el labio de su hermano pequeño comenzaba a temblar, lo escuchaba comenzar a tomar esas bocanadas de aire rápidas y torpes que significaban que estaba tratando de no llorar... eso era lo que Sirius no podía soportar.

De hecho, había vomitado una vez. Cuando tenía siete años y Reggie acababa de cumplir seis. El pobre Reg había mojado la cama: había sido un accidente, cosas de niños, una pesadilla que tuvo. Incluso a los siete años, Sirius era lo suficientemente mayor para entender eso. Tenía edad suficiente para comprender que una madre no debía gritarle a su hijo por eso, ni debía clavarle las uñas en el brazo, sacarlo de la cama y bajarle los pantalones, apuntando con la varita a sus piernas como si fuera a a-

Fue entonces cuando Sirius vomitó. Walburga se había vuelto hacia él con fuego infernal en los ojos, su ira como una espada. Solo que ahora, apuntaba a Sirius, y no a Reg.

Pero eso estaba bien. Sirius había obtenido su primera cicatriz hacía ya años. No era nada con lo que no pudiera vivir. Pero ver las piernas impecables de Regulus, todavía regordetas con grasa de bebé, suaves y vulnerables, ver la varita de su madre apuntándolas, eso fue lo que enfermó a Sirius.

Después de eso, fue como si Sirius hubiera descubierto algún tipo de código secreto. Cuando ser bueno no funcionaba -y nunca parecía funcionar, no por mucho tiempo al menos-, cuando uno de ellos cometía un error, él solo tenía que asegurarse de que el suyo fuera peor. Eso era todo lo que se necesitaba para mantener a Reggie a salvo. Valía la pena.

Entonces, cuando partieron hacia la estación de King's Cross, Sirius no podía quitarse de encima la culpa que se aferraba a él como una telaraña en su corazón. No era como si sus padres lo hubieran dejado atrasarse, dejarlo esperar un año solo para poder ir a Hogwarts al mismo tiempo que Reg. Pero tal vez un mejor hermano lo hubiera intentado. Tal vez un mejor hermano no estaría tan emocionado de irse.

All The Young Dudes (Sirius' version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora