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De pronto, sentí que alguien me tomó del codo y me jaló hacia atrás. Sentí una angustia terrible, no podía escapar y me iría a prisión de por vida. Todo era gritos y golpes, mientras que a mí me seguían jalando para atrás. Intenté zafarme de quien estaba jalándome, pero fue imposible. Las sirenas de los autos policiales cada vez eran más fuertes y yo estaba a punto de llorar. Un tipo me pisó el pie haciendo que le gritara unas cuantas groserías. Una chica corrió golpeándome de un codazo el pecho dejándome sin respiración por unos segundos... No podía pensar en nada, sólo que iba a morir.
De tanto que me jalaron hacia atrás, me hicieron caer sentada al suelo. Me pisaron las piernas y no sé quién tomó mi cintura y me puso de pie.
– Corre y sígueme –Me dijo un tipo, que ni siquiera alcancé a ver su rostro, no tenía idea de quién era, pero en éste momento seguiría a cualquier persona para salvarme.
El tipo entró en una habitación oscura a la cual entré yo también, no podía ver su rostro. Había una ventana algo pequeña, pero cabíamos por ahí.– ¿Quién diablos eres? –Le pregunté asustada.
– Ian, soy Ian y asegúrate que después de esto jamás nos conocimos. Ahora ven aquí –Juntó sus manos para que yo pusiera mi pie en ellas, de un impulso hacia arriba llegue a la ventana. –Vamos, ábrela. –Golpeé unas cuantas veces la ventana haciéndome daño, pero la desesperación era mayor y no sentía ningún tipo de dolor.
– Está trabada.
– Vamos, con fuerza. Sé que puedes –Su voz parecía inquieta, pero me entregaba seguridad.
Golpeé unas cuantas veces más el pestillo hasta que finalmente se rompió y destrabó la ventana, la abrí y de otro impulso estuve afuera. La calle estaba vacía y las sirenas de los autos se escuchaban lejos ¿Dónde estaba? Ian, que me sonaba su nombre, rápidamente salió con agilidad mirándome.
– Gracias –Lo miré. –Pensé que moriría ahí.
Él me sonrió divertido. -Gran responsabilidad la de Thomas al traerte aquí. Fue ahí cuando me di cuenta que era Ian, el amigo de Caín.
– Si –Dije sin más.
– Vamos a salir de aquí, ven –Caminó y yo lo seguí. Llegamos a un auto negro con vidrios polarizados, Ian sacó las llaves y abrió el auto. –Vamos, sube.
– ¿A dónde vamos? –Abrí la puerta del copiloto y me subí. Ian se subió abrochó su cinturón y yo el mío.
– Iremos a un lugar seguro –Respondió. –La policía nos tiene entre ceja y ceja. Si algún idiota se le ocurre la idea de ir a la fiesta que había después de la pelea, estará muerto.
Me quedé en silencio mientras Ian encendía el motor del auto y arrancaba a toda velocidad a quién sabe dónde. La sirena de la policía desapareció y al fin pude respirar tranquila, dentro de lo que se podía, pues iba con Ian en el auto.
Detuvo el auto en un callejón sin salida, estaba vacío y las luces de las casas apagadas, pues deben haber estado durmiendo.
– Creo que debo llamar a Thomas para decirle que estoy bien –Dije buscando mi celular. –Me han robado mi celular, genial.
– Llámalo desde adentro.
– ¿Me harás entrar? –Lo miré. –Ni siquiera me conoces.
– ¿Y? No tienes cara de policía ni de alguien malo, así que adentro.
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CAÍN © #1 EN LIBRERÍAS
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