Esta historia está publicada en papel por el equipo Penguin Random House grupo editorial. Puedes encontrarlo en diferentes países (explicados en un capítulo especial) y también vía amazon.
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– ¿No me hará daño? –Mis ojos se fijaron en los de él.
– No.
– ¿Y a mi amiga?
– Si nos vamos de aquí justo ahora, no.
– ¿Por qué debería confiar en usted? –Sentía un miedo horrible.
– Porque prácticamente estoy dentro de tu departamento y ni siquiera sabes cómo entré y no es confiar, sino, obedecerme e irnos. No tienes otra opción.
Asentí en silencio, pues tenía razón.
Salimos del departamento, bajamos en el ascensor y me despedí del conserje aunque él me miró extrañado. Afuera había una camioneta negra con vidrios polarizados. El tipo abrió una puerta de la camioneta e hizo que me subiera. Él se subió de copiloto. No sé ni tampoco reconocí quién estaba conduciendo.
La camioneta se desplazaba normalmente por las calles, me daba algo de cargo de conciencia haber confiado en el tipo que mató a mamá y que prácticamente obligó a Caín para que matara a mi padre. Los odio, de verdad que haría de todo por verlos sufrir.– Aquí es –Habló Darell en cuanto la camioneta se detuvo.
Abrí la puerta, pero ésta sólo podía ser abierta por fuera... Seguramente para que yo no me escapara. Me di cuenta que estábamos en la cima de un cerro, pues se veía la ciudad hacia abajo. Era una mansión. Las rejas eran de aproximadamente tres metros de altura con puntas. Unos grandes muros rodeaban la casa y dos perros asesinos se levantaron enseguida al ver a su amo. Una de las rejas se abrió. Darell les dio órdenes a sus perros y estos obedecieron enseguida. Primero me olfatearon y luego siguieron su camino. Si no amara a los animales habría estado completamente asustada de ver a dos enormes perros a centímetros de mi cuerpo. Caminé en silencio preguntándome si Darell había entrado en mi departamento de la misma forma que Caín.
La puerta de entrada se abrió, para que decir que también era enorme. Todo en esa casa era como construido para gigantes. Todo era silencio y demasiado rustico para mi gusto. Darell me indicó que lo siguiera y así lo hice por un largo pasillo que finalmente daba con una puerta metálica.
– Pasa –Abrió la puerta dejándome ver la enorme oficina que tenía. Me senté en una de las sillas frente a él.
– ¿Ahora me puede decir por qué me ha traído aquí?
Él respiró profundo y luego boto el aire de sus pulmones. Su rostro parecía tranquilo, como si no sintiera ninguna culpa por todo lo que hizo.
– Quiero que sepas que no te he traído aquí para que discutamos –Aclaró mirándome. –Sólo quiero que dejes a mi hijo en paz.
Sonreí sarcástica. – ¿Esta bromeando? –Alcé mis cejas. –Su queridísimo hijo y usted mismo han matado a mis padres. ¿Realmente me está pidiendo que deje a Caín en paz?
–Si –Su mirada penetrante me llegaba a los huesos. Ni siquiera tuvo un gesto en su rostro al articular su afirmación de manera tan simple. Me fastidiaba, no puede ser así. ¿Quién demonios les ha dado tanto poder sobre las personas?
Negué con mi cabeza sin decir nada. De alguna manera tenía temor de decir algo mal o que lo molestara. Siento que discutir con Caín es muy diferente a levantarle la voz a un hombre como Darell, uno, porque mató a mi madre y obligó a su hijo a matar a mi padre y dos porque soy bastante respetuosa con la gente mayor. Ignorando su abominable forma de vestir y que entró a mi departamento por quién sabe dónde.
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CAÍN © #1 EN LIBRERÍAS
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