Hoy en clase no se habla de otra cosa.
Apenas entro, Sonia, Ilaria y Silvia callan y
me miran, luego veo que Sonia me hace
una seña indicándome que tenemos que
hablar. En cuanto me siento, Pietro se
acerca.
-¿Te has enterado? -me pregunta
señalando con la cabeza el sitio vacío a mi
lado. -¿De qué?
-Pues que ayer, mientras salíamos,
Giovanni empujó a Cero por la escalera.
-¡¿Qué?! -exclamo estupefacta.
Ilaria y Sonia me miran, pero finjo no
darme cuenta.
-Pues sí -prosigue Pietro-, y Cero se
cabreó de lo lindo. Lo lanzó contra la pared
y parecía dispuesto a molerlo a puñetazos
-explica riendo.
«Pobre idiota -pienso-, pringado y
encima sádico.»
-¿Y luego? -le pregunto.
-Nada, Cero lo aplastó contra la pared
y le dijo algo. Pero no le pegó. -Hace una
pausa y se ve que todavía le entra la risa
-. Giovanni se cagó de miedo -dice
lanzando una ojeada a Sonia, que nos mira
-, pensaba que Cero lo esperaría fuera. El
muy gilipollas se largó en su moto como
alma que lleva el diablo -comenta con
sarcasmo.
-¿Y por qué lo empujó Giovanni? -le
pregunto bajando la voz.
-No lo sé. Gori, el de primero, dijo
que, mientras bajaba la escalera, Cero se
acercó a Giovanni y le dijo algo, y luego
vino el empujón.
-¿Qué le dijo? -me apresuro a
preguntar.
-Y yo qué sé. Por si acaso, tú procura
no molestar a Hulk.
-Quizá cuando llegue se lo pregunte.
-¿Estás loca? -me suelta Pietro
abriendo los ojos, alarmado-. Ése igual te
mata. Bueno -concluye, contento con su
papel de informador-, vuelvo a mi pupitre.
Ayer no abrí un libro y si la de Matemáticas
me llama, el año que viene ocuparé yo el
lugar de Cero.
Finjo que estoy sacando los libros de la
mochila, pero no dejo de pensar en lo que
acaba de contarme Pietro. Es evidente que
ahora Giovanni sabe que se lo conté a
Gabriele, si no, ¿a qué viene esa reacción?
Si, como dice Pietro, Giovanni estaba
asustado, confío en que lo estuviese de
verdad, de lo contrario estoy acabada.
Respiro hondo y no sé si alegrarme o si
temer nuevos problemas. Lo que está claro
es que Gabriele me ha creído. No logro
ordenar mis pensamientos y me muero de
ganas de que llegue para preguntárselo.
Miro el reloj: las ocho y veinte. Hoy ya no
viene.
A tercera hora no aguanto más y le
mando un mensaje. Cuando suena el
timbre de la última hora, aún no he
recibido respuesta. Salgo al pasillo y lo
llamo, pero el usuario no está disponible.
Me paro y miro alrededor, desesperada.
¿Dónde te has metido?
Yo estoy aquí.
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La lluvia en tu habitación *Paola Predicatori*
JugendliteraturA sus 17 años, Alessandra ha vivido una de las experiencias más dolorosas: el cáncer se ha llevado a su madre y ahora se encuentra entre la aceptación de una pérdida insoportable y un agudo sentimiento de abandono. Al reincorporarse a la escuela, en...