31 de Diciembre

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Despierto casi a las once. Al llegar a casa

ayer, entré con la llave de reserva que

escondemos en el jardín. Había dejado

todo —mi chaqueta, el bolso, la vespa— en

casa de Giovanni. Fui al cuarto de baño y

me duché con los ojos cerrados, apoyando

las palmas contra la pared, dejando que el

agua se deslizase por mi cuerpo un buen

rato y arrastrara consigo el frío y el miedo.

Procuré hacer el menor ruido posible; por

suerte, mi abuela estaba durmiendo y no

se despertó. Cuando salí de la ducha y me

miré en el espejo, me espanté: tenía la

expresión trastornada, unas ojeras

profundas y la tez gris, exangüe. Me

arrebujé en el albornoz tibio y me senté en

el suelo contra la pared. Repetía sin cesar

y en voz baja mamá mamá mamá, como si

ella pudiese oírme, como si aún pudiese

salvarme. Una vez en mi habitación, me

puse el pijama lentamente; me dolía todo

el cuerpo: la espalda, los brazos, sobre

todo el vientre. Traté de no pensar en

nada, aturdida por la violencia tan

repentina y fragorosa que aún retumbaba

en mi cabeza, en contraste con el profundo

silencio de la casa. Tenía la impresión de

que el mundo había dado un vuelco y que

en unos instantes había recuperado su

posición inicial, por lo que no alcanzaba a

comprender lo sucedido. Me metí entre las

sábanas y rompí a llorar quedamente,

temblando, hasta que, vencida por el

agotamiento, me dormí.

Ahora tengo frío y noto la cara

ardiendo. Si intento recordar lo ocurrido

anoche, algo en mí se rebela y me quedo

inmóvil, igual que un animal deslumbrado

por los faros del coche que va a

atropellarlo.

Mi abuela entra sigilosamente y cuando

ve que estoy despierta me pregunta cómo

me encuentro. Noto un deje de

preocupación en su voz; intento taparme

con las sábanas para que no me vea la

cara y le respondo que tengo fiebre.

Me mira y, tras sentarse en el borde de

la cama, me pregunta por qué dejé la

vespa, el bolso y la chaqueta delante del

portón. Lo descubrió la vecina de al lado,

cuando esta mañana temprano sacó a

La lluvia en tu habitación *Paola Predicatori*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora