Despierto casi a las once. Al llegar a casa
ayer, entré con la llave de reserva que
escondemos en el jardín. Había dejado
todo —mi chaqueta, el bolso, la vespa— en
casa de Giovanni. Fui al cuarto de baño y
me duché con los ojos cerrados, apoyando
las palmas contra la pared, dejando que el
agua se deslizase por mi cuerpo un buen
rato y arrastrara consigo el frío y el miedo.
Procuré hacer el menor ruido posible; por
suerte, mi abuela estaba durmiendo y no
se despertó. Cuando salí de la ducha y me
miré en el espejo, me espanté: tenía la
expresión trastornada, unas ojeras
profundas y la tez gris, exangüe. Me
arrebujé en el albornoz tibio y me senté en
el suelo contra la pared. Repetía sin cesar
y en voz baja mamá mamá mamá, como si
ella pudiese oírme, como si aún pudiese
salvarme. Una vez en mi habitación, me
puse el pijama lentamente; me dolía todo
el cuerpo: la espalda, los brazos, sobre
todo el vientre. Traté de no pensar en
nada, aturdida por la violencia tan
repentina y fragorosa que aún retumbaba
en mi cabeza, en contraste con el profundo
silencio de la casa. Tenía la impresión de
que el mundo había dado un vuelco y que
en unos instantes había recuperado su
posición inicial, por lo que no alcanzaba a
comprender lo sucedido. Me metí entre las
sábanas y rompí a llorar quedamente,
temblando, hasta que, vencida por el
agotamiento, me dormí.
Ahora tengo frío y noto la cara
ardiendo. Si intento recordar lo ocurrido
anoche, algo en mí se rebela y me quedo
inmóvil, igual que un animal deslumbrado
por los faros del coche que va a
atropellarlo.
Mi abuela entra sigilosamente y cuando
ve que estoy despierta me pregunta cómo
me encuentro. Noto un deje de
preocupación en su voz; intento taparme
con las sábanas para que no me vea la
cara y le respondo que tengo fiebre.
Me mira y, tras sentarse en el borde de
la cama, me pregunta por qué dejé la
vespa, el bolso y la chaqueta delante del
portón. Lo descubrió la vecina de al lado,
cuando esta mañana temprano sacó a
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La lluvia en tu habitación *Paola Predicatori*
Fiksi RemajaA sus 17 años, Alessandra ha vivido una de las experiencias más dolorosas: el cáncer se ha llevado a su madre y ahora se encuentra entre la aceptación de una pérdida insoportable y un agudo sentimiento de abandono. Al reincorporarse a la escuela, en...