Hoy, a la hora de Greci, Gabriele le ha
entregado sus dibujos. Son tipo cómic,
además de algún que otro retrato. Al verlos
nos hemos quedado boquiabiertos, y me
alegro, porque de repente todos lo miran
con admiración. Greci nos ha reunido
alrededor de su mesa y nos habla de trazo
incisivo e intensidad en el color. Gabriele
mira únicamente al profe, desdeñando
adrede a los demás. Los rostros de todos
traslucen incredulidad y estupor, pero
también un interés auténtico, y quienes
solían tomarle el pelo ahora se olvidan de
que siempre lo llamaron Cero. Cuanto más
los contemplo, más ganas tengo de que se
enteren de que estuve en su casa, de que
fuimos juntos a la playa, que yo fui la única
que comprendió que en el fondo era
especial. Pero resulta demasiado fácil,
como en una de esas películas en que el
perdedor se convierte de repente en héroe.
Ahora es un poco así, y los pringados
somos los demás. El que tiene talento es
él, y si tienes talento tarde o temprano
encuentras tu camino, aunque provengas
de las viviendas populares. Mi madre tenía
razón: si no quieres perderte las mejores
ocasiones, hay que considerar las cosas
con perspectiva.
La segunda sorpresa del día se produce
a la salida de clase, cuando Giovanni se me
acerca para decirme que quiere hablar
conmigo. Lo miro perpleja: tiene el aire
grave del que está a punto de cumplir una
misión seria, así que lo sigo de mala gana.
Tengo más motivos para odiarlo que para
escucharlo, pero ante todo quiero ser
educada. Desde la noche de la fiesta no
hemos vuelto a hablar y cada vez que nos
cruzábamos en el pasillo él desviaba la
mirada. Lo sigo hasta el porticado del
instituto; cuando llegamos, se mete las
manos en los bolsillos de los vaqueros y
con aire contrito me pide perdón por lo del
Mouse, me dice que había bebido mucho y
que no se explica qué le ocurrió.
—Eso es todo —dice—, como ves nada
del otro mundo. Es que no quiero que
pienses que soy un cabrón. No suelo
comportarme así, disculpa.
Asiento con la cabeza, un tanto
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La lluvia en tu habitación *Paola Predicatori*
Dla nastolatkówA sus 17 años, Alessandra ha vivido una de las experiencias más dolorosas: el cáncer se ha llevado a su madre y ahora se encuentra entre la aceptación de una pérdida insoportable y un agudo sentimiento de abandono. Al reincorporarse a la escuela, en...