Antes de que cerraran el ataúd, me incliné
sobre ti y te besé.
¿Recuerdas cuando hablábamos de los
astronautas y, al verlos salir de la nave
suspendida en el espacio, no entendíamos
cómo lograban estar en ese vacío infinito?
Cada vez que sucedía intentaba
imaginarme la situación, y el miedo me
encogía el estómago y me aceleraba el
corazón.
Apenas cerraron el ataúd salí al balcón,
porque no quería sentir nada.
El otro día vi por la ciudad a una mujer
que se parecía a ti. Aunque no distinguí
bien su cara, el corte de pelo era idéntico y
llevaba también una trenca oscura. Me dio
un vuelco el corazón. Me puse a seguirla
instintivamente, qué juego extraño. Pensé
que no habías muerto, que sólo habías
tenido que desaparecer durante una
temporada, como en las películas de espías
en que el protagonista simula que muere y
luego reaparece con otro nombre. No
habías podido avisarme, y ahora que por fin
habías vuelto ya no podías ser mi madre.
Eras otra, la mujer a quien seguía, y lo
único que podía hacer era mirarte de lejos.
Caminé detrás de esa mujer sintiendo
nostalgia de tus abrazos, de tu voz. La vi
pararse en un semáforo, cruzar la calle y
luego mirar el escaparate de una zapatería.
Tenía tu misma manera de andar, elegante
y decidida. Hacía frío y vi cómo hundía el
cuello en la trenca y apretaba los brazos
contra el cuerpo mientras sus manos
desaparecían en los bolsillos. Por un
instante temí perder los papeles y llamarla,
incluso abrazarla. Sentía un deseo
irrefrenable, y por la forma en que me
miraban los transeúntes debía de tener una
expresión extraña. Mientras la seguía
tropecé con un par de personas, pero no
pedí disculpas sino que seguí adelante. Tú
eras más importante.
En un momento dado quedamos tan
cerca que me habría bastado con alargar el
brazo para tocarla. Temía que se volviese
de repente e interrumpiese el juego; no
quería que acabase, una felicidad sorda me
invadía. Por unos instantes absurdos fui
feliz de nuevo. Feliz.
De repente, se detuvo bajo la
marquesina de una parada y estuve
mirándola hasta que subió al primer
autobús que llegó.
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La lluvia en tu habitación *Paola Predicatori*
Teen FictionA sus 17 años, Alessandra ha vivido una de las experiencias más dolorosas: el cáncer se ha llevado a su madre y ahora se encuentra entre la aceptación de una pérdida insoportable y un agudo sentimiento de abandono. Al reincorporarse a la escuela, en...