Palco privado

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Poché.


—Este lugar es enorme —digo en voz alta mientras trato de dimensionar con mi mirada el vasto terreno en el que estoy ahora.

—Sí que lo es señorita —Polo habla a mí lado —no la había visto por aquí antes —dice mirándome mientras que en su rostro se dibuja una sonrisa amable.

—No, es la primera vez que vengo —confieso mientras le devuelvo el gesto.

—¿También viene a montar? O ¿Es amiga de la señorita Calle?

—¿Yo? No que va, en mi vida me he subido a un caballo —respondo riendo —y en cuanto a Daniela, la verdad es que es la primera vez que la veo. Soy fotógrafa —le explico al hombre que me mira atento —trabajo para la Revista Glamour ¿la conoce? —le pregunto a Polo quién asiente —Bien, pues hace unos días le hicieron una entrevista a Daniela, pero en ese momento no pudieron tomar las fotografías y bueno eso es lo que me trajo hoy aquí.

—Ah ya veo. Bueno pues espero que tome muchas fotos y le muestre a la gente lo bonito que es este lugar —dice mientras extiende sus brazos como si con eso quisiera abarcar todo el sitio con ellos.

—Sin duda lo haré —le aseguro —Soy María José Garzón, pero por favor dígame Poché.

—Leopoldo Mora —el hombre me extiende su mano y yo la estrecho —pero todo el mundo me dice Polo.

Su mano tiene la aspereza característica de un hombre que ha trabajado durante muchos años, su agarre es delicado, pero a la vez firme lo que sin dudas me indica que a pesar de su apariencia es un hombre fuerte. No es ningún jovenzuelo, pero tampoco es que esté viejo, no tengo idea de que edad tiene, pero por su aspecto supongo que debe de andar por los sesenta y algo. Sus ojos reflejan un alma bondadosa y su voz profunda y calmada proporciona una sensación de protección. En muchos aspectos me recuerda a mi padre.

—¿Hace mucho que trabaja aquí Polo? —le pregunto mientras tomo mi cámara y comienzo a capturar algunas tomas de los alrededores.

—Toda la vida Poché, al igual que mi padre y mi abuelo, me crie entre caballos —dice con emoción —este lugar es como nuestra herencia familiar —añade riendo —mi hijo también trabaja aquí, es uno de los veterinarios y recientemente mi nieta terminó también la carrera y le ayuda a su padre.

—Eso es increíble Polo, debe de estar muy orgulloso —le digo mirándolo y él asiente —Imagino que ha visto muchos jinetes pasar por estos campos.

—Uy señorita, tantos que ya he perdido la cuenta —dice con añoranza.

—¿Y hace mucho que conoce a Daniela?

—Hace tres años, cuando recién empezó sus clases.

—¿Y siempre ha sido así de amargada y gritona? —pregunto mientras sigo con mi trabajo.

—¿La señorita Calle? —pregunta extrañado antes de soltar una risa —Bueno Poché, siento decirte que Daniela Calle es la persona más dulce y amable que conozco, —aparto por un momento mi atención de lo que estoy haciendo para centrarla en Polo —no niego que tiene un carácter firme y en ocasiones puede ser algo testaruda, pero siempre ha sido una joven muy atenta.

—Pues lo será con usted —digo poco convencida de las palabras del hombre frente a mí. Porque por mi experiencia previa pareciera que estamos hablando de una persona completamente diferente.

Polo no responde nada y solo se limita a reír por lo que nos sumergimos en un silencio los dos hasta que escucho las voces de Demián y Daniela, volteo viéndola salir junto con la yegua. Trato de mantener mi distancia para no interrumpir lo que ambos hacen. Me sorprende ver el cambio tan repentino de Daniela, su rostro luce sumamente relajado e incluso puedo verla sonreír, una sonrisa fresca y sincera, sin duda disfruta mucho lo que hace, puedo incluso sentir la conexión que tiene con la yegua y por un momento el comentario de Polo con respecto a ella no me parece del todo inverosímil.

Un salto al corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora