Susurros

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Daniela.

Tomo el teléfono y desvío la llamada entrante de mi madre. Ocho llamadas perdidas y un sinfín de mensajes que no he querido ver, es lo que estado recibiendo desde hace al menos una hora que volví a encenderlo.

Me remuevo en la cama y quito la sábana de encima para incorporarme, siento el cuerpo terriblemente cansado y adolorido, poco a poco me levanto y camino hacia el baño. Abro la llave de la regadera y entro en ella sin siquiera esperar a que el agua esté al menos templada, a estas alturas me da exactamente igual. El golpe de agua fría me hace reaccionar de inmediato, pero también reconforta un poco mi cuerpo. Luego de varios minutos cierro la llave y tomo la toalla para secarme con ella, luego de ponerme la bata salgo del baño y camino directo al vestidor, la maleta que había sacado anoche está nuevamente colocada en su lugar. Busco algo de ropa que ponerme y aunque quisiera no puedo evitar toparme de frente con el espejo de cuerpo completo. Miro mi reflejo mientras dejo caer la bata, las marcas en mi cuerpo están tan presentes como el recuerdo grabado en mi memoria. Cierro mis ojos en cuanto siento las primeras lágrimas formarse en mis ojos, sin embargo, tengo que abrirlos en cuanto los recuerdos se avivan.

Salgo del vestidor con la ropa en la mano y la dejo sobre la cama, me visto apresuradamente, necesito salir de aquí, este sitio me asfixia y esa sensación solo hace que mis lágrimas se desborden. Me siento en la cama y respiro profundamente tratando de calmarme, puedo sentir cómo mis latidos retumban en mi cabeza. Luego de unos minutos puedo tener nuevamente control sobre mi cuerpo y mi mente. Termino de arreglarme y cepillo mi cabello un poco húmedo aún, me miro una última vez al espejo cerciorándome de que la blusa de cuello alto cubra las marcas en la piel de esa zona. Tomo el teléfono y salgo de la habitación, la casa está en completo silencio, pero sé perfectamente que no estoy sola.

En cuanto bajo de lo primero que me percato es del enorme arreglo floral que hay sobre la mesa del comedor. Lo miro un momento desde el pie de la escalera antes de acercarme con cautela, no se ve ninguna tarjeta que indique quién lo ha enviado o para quién son.

—¿Te gusta? —la voz de Ivana resuena a mis espaldas haciendo que de inmediato mi cuerpo se tense mientras escucho como la puerta corrediza que da acceso al jardín es abierta. Siento su presencia justo detrás de mí antes incluso de que uno de sus brazos rodee mi cintura —No me has contestado, ¿te gusta? —repite cerca de mi oído.

—Es... —carraspeo mi garganta —es muy lindo —respondo en voz baja y la escucho reír satisfecha.

—Lo sé —dice dejando un beso en mi mejilla y separándose de mí —Tengo buen gusto ¿no te parece? —asiento sin atreverme a mirarla —Sabía que te gustarían cariño. No has cambiado nada.

Me quedo de pie justo en dónde estoy viendo cómo se dirige a la cocina, toma una taza de la alacena y vacía el contenido de la cafetera.

—¿Qué vas a hacer hoy? —me pregunta, actúa como si fuera un día como cualquier otro, como si nada de lo de ayer hubiese pasado. Ivana levanta el rostro mirándome con una expresión extraña, algo entre dulzura y condescendencia, como si estuviera hablando con una niña pequeña.

Sacudo mi cabeza antes de responderle.

—Voy... voy a ver a mi madre —digo con cautela —no ha dejado de llamar por teléfono.

Vuelve a beber de la taza dejándola finalmente sobre la encimera antes de guardar su teléfono y acercarse a mí.

—Diviértete entonces —dice mientras me mira sonriente —Yo estaré fuera todo el día —agrega mientras su mano se pasea sobre una de mis mejillas, tengo que reprimir el dolor que me provoca, sus ojos están fijos en los míos, siento como desliza sus dedos por el cuello de la blusa que tengo y su mirada baja brevemente cuando descubre un poco mi piel antes de volver a mirarme con una sonrisa plasmada en la cara. Sujeta mi barbilla y estampa sus labios en los míos —Salúdame a tu madre —dice separándose de mí.

Un salto al corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora