Una última mirada

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Daniela.



—Endereza el cuerpo —escucho el grito de Demián a la distancia —Daniela, no seas necia, no te inclines hacia adelante —vuelve a repetir.

Hacia una semana que había regresado a mis entrenamientos luego de que Demián fuera operado nuevamente y mis terapias hubieran concluido.

—Carajo... —bufo una vez más cuando noto que he tirado el tercer tramo este día y tengo que desviar a Belina antes del último obstáculo porque simplemente no pude tomarlo a tiempo para saltarlo.

—Regresa —ordena Demián.

Respiro profundamente frustrada y hago lo que me pide, estoy segura de que mi desempeño no lo tiene nada contento y más, porque a mí tampoco.

—Lo siento —es lo único que se me ocurre decir en cuanto desmonto a Belina y me acerco a él.

—Te diría que no importa porque es solo una práctica —responde él mirándome serio —pero importa y mucho porque este no es la clase de trabajo que realizas. Toda la práctica te la has pasado haciendo error tras error —me regaña, no digo nada porque tiene razón —No escuchas mis indicaciones, ni siquiera cuando empezaste en esto te comportabas de esa manera. ¿Se puede saber qué es lo que te pasa? Llevas días distraída, pero lo de hoy...

—Lo sé, lo sé —lo interrumpo mientras froto mi cara con mis manos para luego levantar mis brazos y dejarlos caer colocando mis manos en mie cintura. Desvío mi mirada de la de él y observo como Belina pastea tranquilamente.

—¿Qué está pasando Dani? —Demián me habla más relajado colocando su mano sobre mi hombro haciendo que lo mire, sé que esta confundido por mi actitud, pero sobre todo preocupado —¿Acaso es por lo de mañana? —me pregunta como si finalmente pudiera entenderlo.

—Sí —respondo cansada —Ryan dijo que mañana empieza el juicio finalmente —Demián suelta un suspiro.

—Ven, vamos a sentarnos —dice guiándome hasta nuestra acostumbrada mesa —Escucha Daniela, sé que todo este asunto te tiene estresada y no va a ser fácil verles las caras luego de todo lo que pasó —él toma mi mano por encima de la mesa —Pero no puedes dejar que siga afectándote, recuerda que este es tu espacio, tu hogar, —dice con un tono tranquilo —el único sitio que te pertenece. Ivana ya te ha jodido lo suficiente como para que le permitas seguir haciéndolo a pesar de que lleva un mes encerrada. Recuerda que cuando montas a Belina son una sola y cuando estás en el campo no existe nada más.

Miro al hombre frente a mí con su mirada dulce y paternal y su sonrisa casi infantil que me hace sonreír.

—Tienes razón, lo siento —menciono un poco apenada.

—Descuida, no pasa nada. Al menos te ahorraste el juicio contra Alicia.

—Sí, como ella se declaró culpable solo tuve que dar mi declaración, pero no fue necesario presentarme.

—¿Sabes qué? —dice poniéndose de pie —Mejor vamos por un café y luego volvemos a la práctica.

Asiento agradecida con él levantándome y caminando a su lado hacia el restaurante. Él tiene razón, ya dejé que Ivana interviniera demasiado en mi vida y me juré a mí misma que no iba a permitirle seguir haciéndolo. La pista es mía y no hay cabida para nadie y mucho menos para ella.

El resto de la práctica supone sin dudas una amplia mejoría. Mi mente finalmente logra apartar los pensamientos y simplemente me dejo fluir. Por la tarde vuelvo a casa y un rato después llega Poché. Nuestra rutina sigue siendo la misma. En esta ocasión cenamos únicamente con mi mamá ya que Juliana salió con unos amigos y Ximena tiene guardia en el hospital.

Un salto al corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora