Lecciones Privadas

950 76 6
                                    



Daniela.


No puedo evitar sonreír en cuanto entro en el estacionamiento y veo libre mi acostumbrado lugar. Estaciono y bajo del vehículo sacando la bolsa con ropa que traje encaminándome a la entrada del Centro Ecuestre.

—Cumplí mi palabra —escucho que alguien dice a mis espaldas, volteo y me encuentro con Poché quien me sonríe.

—Lo noté, gracias —le respondo, ella camina unos pasos hasta donde estoy, por unos segundos nos miramos la una a la otra sin decir nada —Siento haberte dejado ayer —digo finalmente algo apenada.

—No te preocupes —responde ella sin apartar su mirada, haciéndome sentir un tanto nerviosa —Demián me explicó —añade —me contó que tu mamá y tu hermana se van hoy —asiento —creí que irías a despedirlas.

—No, las despedidas no son lo mío —digo tratando de que mi sonrisa la convenza, aunque la verdad es que no soporto ver como se marchan una y otra vez.

Poché no dice nada, simplemente me mira ladeando un poco su cabeza y dándome una sonrisa que por alguna razón me hace sentir bien.

—¿Me prestas tu teléfono? —su petición me toma un poco por sorpresa.

—Eh... si, claro —respondo confundida sacándolo de mi bolsillo, lo desbloqueo y se lo tiendo, ella lo toma sin apartar sus ojos de los míos, su sonrisa se hace más grande.

Sus estúpidos y hermosos ojos que me ponen nerviosa y su estúpida y perfecta sonrisa que me hace desear verla en todo momento...

Aparto esos pensamientos mientras la observo teclear algo en el aparato, después de unos segundos otro teléfono comienza a sonar, Poché vuelve a teclear algo en el mío antes de devolvérmelo.

—Listo —dice —ahora ya tienes cómo comunicarte conmigo.

Mira la pantalla de mí teléfono y veo que ha agregado su contacto.

—Gracias —le comento mirándola de nuevo, ella asiente con su cabeza —Supe que Demián te jugó una broma ayer —le dogo recordando la llamada que tuve con Isa anoche donde me contó de cómo fue que la pobre terminó toda empapada.

Poché suelta una risa que de inmediato me contagia.

—Sí, aunque no sé si considerarla broma de él, travesura de Belina o maldad de ambos —dice volviendo a clavar sus ojos en los míos, me gusta mucho el brillo en ellos y esa mirada que la hace lucir tan tierna e inocente.

—Viniendo de esos dos puedes esperar cualquier cosa —comento riendo también.

—Empiezo a darme cuenta. Por cierto, Isabel me hizo el favor de prestarme tu ropa —dice rascando su nuca y puedo notar la pena en su voz y su semblante —Yo... te la devolveré en cuanto la haya mandado a la lavandería.

—No te preocupes —digo restándole importancia y queriendo que no se sienta obligada.

—¿Sabes? —de repente noto un poco de seriedad en su voz, sin embargo, conserva una media sonrisa en el rostro y su mirada luce aún más dulce que antes —Hoy te ves muy linda —su comentario me deja en blanco, sintiendo como mi corazón se acelera un poco.

—Gra... gracias —respondo aún más nerviosa cuando su mano coloca un mechón de mi pelo detrás de mi oreja, ahora puedo sentir claramente como mis latidos están completamente desbocados.

—Bueno, te veo en un momento.

Sin esperar a que diga algo, simplemente da la vuelta y comienza a caminar hacia la entrada del Centro dejándome pasmada en mi sitio. Suelto todo el aire que no había notado que estuviera reteniendo mientras la veo caminar e inevitablemente mis ojos se deslizan por su cuerpo. Sacudo mi cabeza confundida y emocionada aún por su halago, hace mucho que nadie me decía que le pareciera linda, sonrío sintiendo arder un poco mis mejillas y finalmente logro que mi cuerpo reaccione para empezar a caminar hacia mi vestidor y poder prepararme.

Un salto al corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora