Alta Tensión

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Daniela.


Miro toda la estancia mientras espero sentada en el sofá a que la mujer a la que he venido a ver termine de preparar la taza de café que me ha ofrecido.

El lugar luce exactamente igual a como lo hacía la última vez que estuve aquí. Los recuerdos de los días felices que pasé aquí, en su compañía, regresan haciéndome sentir nostalgia. ¿Cómo pude ser tan estúpida alejar de mi vida a la única persona que de verdad estuvo conmigo?

—Debo de confesar que por más feliz que me ha hecho tu mensaje, también me extrañó que lo mandaras —escucho su voz mientras se acerca ofreciéndome una taza antes de sentarse a mí lado con otra en sus manos.

—Lo siento Ximena, yo... —intento justificarme de algún modo, pero simplemente no puedo, no hay nada que pueda decirle que justifique mi manera de actuar con ella.

—Tranquila Dani —dice ella tomando una de mis manos y apretándola suavemente, igual a como lo hacía antes cuando se daba cuenta de que necesitaba apoyo —Sabes que esta siempre será tu casa y siempre contarás conmigo para lo que sea —agrega mientras me mira con esa dulzura que posee su mirada.

Ximena Fuentes, una mujer hermosa que a sus treinta y siete años luce radiante, su piel blanca, su cabello castaño y lacio que le llega un poco más debajo de los hombros, su cuerpo delgado y sus ojos cafés que siempre han sido capaces de ver a través de mí, su sonrisa sincera y cálida. Ella fue mi primer amiga y confidente y la desafortunada tercera exesposa de mi padre.

Ellos se conocieron durante una cena a beneficio del Hospital Central en el que Ximena es jefa de urgencias, cuando yo tenía diecisiete años. Hacía ya unos cuantos años que mis padres se habían separado y yo me había quedado con él ya que el trabajo de mamá le demandaba estar de viaje la mayor parte del tiempo. A pesar de su juventud Ximena hizo todo lo posible por llenar ese vacío.

—Me porté como una idiota contigo Xime —dije sinceramente —me desquité contigo por el coraje que sentía en ese momento.

—Dani, estabas enojada y lo entiendo —dice ella de manera compasiva —No te voy a negar que lo que dijiste me dolió en su momento, pero entendí que era porque estabas enojada, después de todo yo también lo estaba —agrega sonriendo.

—Pero te culpé a ti por las estupideces de mi padre —y si que lo era. Era un grandísimo idiota por serle infiel a Ximena con su muy joven secretaria de tan solo veinte años. Una calentura que solo le duró un par de días antes de que Ximena los sorprendiera a ambos en su despacho y se fuera sin darle la oportunidad de nada.

—Daniela, lo que pasó entre Germán y yo era un asunto de los dos, pero sé que el haberme ido así sin tratar de explicarte la situación fue un golpe duro para ti.

Asiento porque en verdad lo había sido. Ximena se había convertido en lo más parecido a una madre para mí. Ella había estado a mi lado escuchándome y aconsejándome, me había visto ilusionada cuando di mi primer beso, había secado mis lágrimas cuando me rompieron el corazón por primera vez. Me había escuchado sin juzgarme cuando le confesé que me atraían más las mujeres que los hombres. Me había dejado llorar sobre su regazo y me había consolado y de un momento a otro ella ya no estaba y yo había perdido todo eso. Cuando regresó le grité que no quería volver a verla ni a saber de ella a pesar de que ya sabía los motivos de su partida, simplemente me había sentido abandonada nuevamente.

—Aún así, eso no justifica mi actitud Ximena —digo nerviosamente agachando mi mirada.

—Eso ya es pasado Dani —me dice mientras toma con su mano mi mentón haciendo que levante la vista. —Lo importante es que estás aquí.

Un salto al corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora