Un Favor

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Poché.


Alargo el brazo hasta situar mi mano sobre la mesa de noche mientras busco a tientas el maldito aparato que no para de sonar. En cuanto lo tomo toco la pantalla por inercia aceptando la llamada entrante.

—¿Hola? —digo con la voz rasposa producto del profundo sueño en el que había estado sumida sin siquiera revisar a quién carajos se le ha ocurrido marcarme con mitad de la noche. Porque quiero suponer que aún es de noche ya que ni siquiera me he tomado la molestia de abrir los ojos.

—Poché... —la voz nerviosa de un hombre resuena en mí oído —Gracias a Dios que contestaste.

—¿Raúl? —pregunto para cerciorarme de que no me he equivocado y mi querido jefe es quien está del otro lado —¿Qué pasó? —pregunto aún adormilada —Son las... —despeo el celular de mi oreja y entreabro mis ojos para poder enfocar la hora en la pantalla —cuatro de la mañana.

—Lo sé Poché —dice él y en su voz distingo un poco de pena —Siento haberte despertado... Escucha sé que hoy empezaron tus vacaciones, pero... necesito de tu ayuda urgente —comenta él —Te juro que si no fuera un caso de vida o muerte no te molestaría.

Raúl González, editor en jefe de la Revista Glamour, un eterno adolescente encerrado en el cuerpo de un hombre de cuarenta y cinco años. Su estilo desenfadado basado en jeans, playeras, tenis y sus inseparables gafas oscuras. La barba crecida, pero eso sí, bien recortada contrasta con la total falta de cabello en su cabeza, según él debido al estrés que le ocasiona el dirigir una de las revistas de más alta gama en el mercado, antes de aceptar que en realidad se trata de la única herencia directa de su padre. Soltero empedernido, aunque no es mal parecido, porque en sus propias palabras no existe nadie capaz de adaptarse a su modo de vida, cuando lo cierto es que no le gusta estar atado a nadie y prefiere andar por la vida de flor en flor y entre más jóvenes mejor, aunque también es bien sabido en la oficina que las mujeres no son precisamente su hit.

—¿Qué necesitas? —pregunto ya más despierta mientras enciendo la lámpara que tengo sobre la mesita y me incorporo apoyando la espalda a la cabecera de la cama frotando mis ojos.

Escucha —su tono está más animado —olvidé que teníamos una sesión de fotos en el campo ecuestre, la chica nos dio la entrevista, pero no pudimos cuadrar para las fotos en el momento por lo que la programamos para otro día.

—Ok, ¿entonces quieres que vaya a sacar las fotografías?

—¡¡¡Sííí!!! —su voz chillona me hace sonreír —Poché, no sabes lo que fue conseguir esta entrevista y no puedo perderla, somo el primer medio al que le concede una y... son para el próximo número...

¡¿El próximo?! —pregunto con desconcierto —Raúl, hoy es sábado, el próximo número sale el martes, ¿cuándo se supone que quieres que saque las fotos? —pregunto intentando medir los tiempos.

—Bueno... —el silencio que hace me da a entender que sus próximas palabras no van a gustarme nada —De hecho... tienes que estar hoy a las siete de la mañana en el campo ecuestre...

¡¿Qué?! —ahora si estoy completamente despierta —¿Hoy? Estás de broma ¿cierto? —respiro profundamente tratando de contenerme y no soltarle todas las cosas que en realidad están pasando por mi cabeza. —Raúl, ni siquiera tengo el equipo en casa y son como dos horas para llegar al centro.

—Poché... —oh no... no ahora... no con su vocecita —Por favor... —ahora puedo imaginarme perfectamente cómo se ha formado un puchero en su rostro —Hazlo por mí...

Un salto al corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora